“Muerto el perro, muerta la rabia”, así proclaman las bandas de la OTAN mientras danzan sobre el cadáver de Muamar Gadafi, al son de música de metralletas y bombas inteligentes que masacran a los últimos niños de Sirte, la cuna del líder libio que en 1969, a los 27 años de edad, condujo la revolución que liberó a su pueblo de la esclavitud colonial.
Pero la “rabia” no se acaba. Cuando se conozca la verdad sobre la destrucción y el genocidio que se abatieron sobre Libia a lo largo de ocho meses, el mundo y no solo el trágico país árabe se inundará de furia. Saldrá a relucir la sarta de engaños y mentiras que Estados Unidos y la vieja Europa desataron, con el apoyo de los grandes medios, sobre Libia y su líder máximo.
Embustes que ocultan que la invasión de Libia estuvo planificada mucho tiempo atrás y que tuvo su debut en 1986, es decir hace 25 años, cuando ese mal actor y mejor matón llamado Ronald Reagan ordenó desde la Casa Blanca el bombardeo de Trípoli y, más concretamente, la vivienda de Gadafi, matando a una de sus hijas.
Que Gadafi alentara en determinados momentos acciones violentas, ubicadas en el campo del terrorismo internacional, no es la razón verdadera para el asalto de Libia por parte de Estados Unidos y su macropandilla universal. Ellos han alentado y alientan el terrorismo de ultraderecha en todas las latitudes, fomentan sangrientos golpes de Estado, promueven guerras, organizan escuadrones de la muerte dondequiera.
Bastaría, para confirmarlo, la cadena de dictaduras implantada por la CIA y el Pentágono en América Latina desde los años 60 hasta fines de siglo. Solo en Guatemala se registraron más de 200 mil muertes en los 40 años de dominio norteamericano una vez derrocada la revolución que dirigiera el coronel Jacobo Arbenz, cuando intentó una reforma agraria afectando los latifundios de la United Fruit (hoy Brands o Chiquita), del que eran personeros principales el secretario de Estado John Foster Dulles y su hermano Allan, director nacional de la CIA. ¿Y los crímenes del Sha en Irán? ¿Y los miles de muertos, desaparecidos y torturados bajo Pinochet en Chile, bajo los generales del Proceso en Argentina, bajo Barrientos en Bolivia? ¿Y los miles de Brasil, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Paraguay, Uruguay? ¿Y la violencia y la guerra interminable de Colombia desde el 9 de abril de 1948 en que fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán a fin de que no llegara al poder, con sus propuestas socialistas, antioligárquicas y antiimperialistas?
Ahora, en el caso de Libia, los capos del terrorismo mundial del Estado y de los Estados, con el pretexto de defender los derechos humanos, arrasaron un país de apenas seis millones y medio de habitantes, destruyeron todas las poblaciones, sin que falte una (salvo Bengasi, la capital de los títeres), escuelas, hospitales sistemas de agua potable y de fuerza eléctrica…¡Hipócritas! ¡Sepulcros blanqueados!
Asegurando acudir en defensa de la población civil, la masacraron sin piedad e hicieron retroceder a Libia cien años, mientras ellos se disponen al asalto del petróleo que guarda una reserva de 49 mil millones de barriles, que al precio actual de 100 dólares cada uno representa una cifra astronómica CERCANA A CINCO BILLONES DE DÓLARES. Solo que el baile sobre los cadáveres de Gadafi, sus hijos y el pueblo libio terminará un día, porque van a tener que enfrentar la tormenta del desierto que se les viene encima.