El 17 de abril del año 1961, grupos armados de desterrados de Cuba, agrupados en la brigada 2506, invadieron la patria de Martí para derrocar el gobierno revolucionario presidido por el comandante Fidel Castro Ruz, y sustituirlo, mediante esta acción, por un régimen provisional surgido del enclave revoltoso del exilio cubano en Miami.
Gobierno que sería aparentemente reconocido por algunos países integrantes de la OEA.
La irrupción tumultuosa en la isla antillana se inició en Puerto Cabezas en la Nicaragua dominada por la dinastía somocista. La flota asaltante estaba integrada por 5 buques, 36 lanchas y 3 barcazas, en donde, abigarrados más de 1.500 hombres, entrenados en las bases militares situadas en Guatemala y Honduras, se confundían con los blindados, piezas de artillería y los pertrechos destinados a crear una cabeza de playa que pudiera mostrarse a todo el orbe como una ficción de “territorio liberado”. Su arrogante actitud, no solo frente a la revolución cubana sino también contra la nación guatemalteca que los amparaba -según se conoce-, solventó un conflicto militar interno que casi termina en un golpe de Estado contra el presidente de ese entonces, Miguel Idígoras Fuentes.
El sitio marcado por la CIA para el desembarco -según documentos desclasificados- fue la denominada Bahía de Cochinos, situada en cercanías de la ciénega de Zapata.
El día anterior, la aviación facciosa había bombardeado aeropuertos en La Habana, Santiago y la base de San Antonio de los Baños, dejando varios muertos y heridos. Empero, el ataque sedicioso se encuentra inesperadamente con una resistencia insospechada, las bisoñas milicias campesinas los detienen casi desde el momento en que hollaron suelo cubano, luego llegaron los batallones del ejército rebelde, vencedor en su lucha a la dictadura de Batista, y los escuadrones de la Policía nacional. Los enfrentamientos son cruentos. En las arenas y los manglares de lugares como Playa Larga, Playa Girón, el “pueblo uniformado” ha frenado totalmente la incursión.
En el anochecer del 19 de abril de 1961 se escucha el comunicado número cuatro del Gobierno revolucionario.
Anuncia la derrota completa y la rendición y captura de los invasores. En 72 horas se ha desbaratado una actividad conspirativa que se construyó en dos años y cuyo costo ascendió a millones de dólares, el fiasco para la agencia central de inteligencia norteamericana es monumental y le cuesta la salida a su director, el sombrío Allan Dulles.
El presidente Kennedy, heredero de la aventura de Bahía de Cochinos, sufrió también los efectos de la derrota de Playa Girón. Es posible que algunas de las conjeturas que se han vertido respecto a su trágica muerte correspondan a estos acontecimientos que se sustentaron hace media centuria.
Hoy, la República de Cuba, con todas las dificultades que significan el bloqueo comercial por parte de la potencia más poderosa del mundo, ha seguido estando y construye, en medio de las mayores dificultades que se puedan imaginar, una sociedad más justa, culta y solidaria, con indicadores sociales y de crecimiento humano superiores y comparables a los Estados desarrollados de la Tierra. Estoy cierto de que estos éxitos indudables no habrían sido posibles sin el triunfo de las armas patrióticas cubanas en Bahía de Cochinos, hace 50 años.