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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Ayudas inspiradoras

08 de marzo de 2022

En medido de las desgarradoras noticias que nos llegan desde Ucrania, país asolado por una invasión despiadada, que no ceja en el empeño de adueñarse de los territorios del país, a costa de la destrucción y la muerte, hay iniciativas que nos sorprenden y que nos hacen retomar confianza en la calidad humana.

 

Se trata de una insólita forma de ayuda que está llegando a los hogares ucranianos y es la reserva de habitaciones rentadas a través del sistema de Airbnb a través de la cual personas que evidentemente no van a viajar, están pagando noches de alquiler en las ciudades de Ucrania, para ayudar en la subsistencia de los habitantes de las ciudades semidestruidas.

 

Las ayudas llegan en forma directa a las familias que casi no pueden creer en lo que está ocurriendo. Aparentemente, más de la mitad de estas mismas llegan desde ciudadanos norteamericanos, quienes muchas veces acompañan el envío de dinero con mensajes de solidaridad, que también reciben respuestas en medio de las lágrimas y de los agradecimientos.

 

Se dice que tan solo entre el dos y el tres de marzo, personas de diversas partes del mundo reservaron más de 61.000 noches en Ucrania, lo que es absolutamente sorprendente y demuestra la creatividad de la gente a la hora de encontrar la forma de enviar ayudas directas. Los ucranianos están pudiendo comprar alimentos, medicinas, artículos de primera necesidad y también alcanzando algún medio de transporte que les permita abandonar las ciudades bombardeadas.

 

Sin duda esto es un bálsamo en medio de todas las trágicas historias de lo que ocurre en ese territorio europeo, campo de enfrentamientos asimétricos entre una potencia nuclear y familias que tratan de defender su terruño validos solo de su arrojo y de la necesidad de aferrarse a sus bienes, a sus familias, a su historia.

 

Los anfitriones y quienes hacen las reservas probablemente nunca se conocerán, pero entre ellos se establecen vínculos indisolubles, basados en la solidaridad, en la calidez que se siente a través de los miles de kilómetros de distancia. Esto constituye una lección de humanidad que cala hondo y que ojalá permita que mantengamos viva la llama de los valores inmanentes a la calidad de seres humanos que jamás debe extinguirse.

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