El 10 de diciembre se cumplieron 70 años de la Declaración Universal de Derechos Humanos (1948), hito sustancial en la tarea de construir una conciencia mundial por la igualdad y dignidad de las personas.
Sin embargo existen regímenes que hacen gala de autoritarismo plasmado en censura, denigración, persecución y judicialización de quienes no piensan como sus caudillos.
De ello conocemos bastante, no olvidemos que nuestro país soportó eso y más por una década, a tal punto que aún no se ha hecho justicia con los miles de víctimas de tal irracionalidad.
Los acuerdos de Derechos Humanos impulsaron la creación de sistemas jurisdiccionales especializados, la incorporación de cláusulas dogmáticas garantistas en las constituciones –ejemplo la ecuatoriana de 2008-, el desarrollo del debate y conocimiento informado sobre la materia.
A pesar de lo cual existen quienes sostienen que la temática fue catapultada por los Estados al campo internacional, para que estos –lavándose las manos-no tengan que responder por violaciones a derechos, pero que, al resultar la solución cosmopolita más efectiva, les salió el tiro por la culata.
Sea cual fuere la verdad, pese a las limitaciones existentes, hoy más que nunca antes tenemos a nuestro alcance variados dispositivos protectores de derechos, es más, hay una ampliación del ámbito y contenido de los derechos que, en general, intentando superar la visión tradicional, beneficia a la vida, lo que involucra también a la naturaleza y los animales.
Por definición, la lucha por los derechos es sacrificada y debe continuar sin pausa, a veces celebramos avances o lamentamos retrocesos, pero, no podemos claudicar; el avance de los derechos depende de estrategias integrales, que pasan por mejorar la educación, elegir a gobernantes aptos, implementar políticas inteligentes, fortalecer instituciones, optimizar la normativa y la justicia y, obviamente, terminar con toda forma de corrupción. (O)