Friedrich Von Humboldt (1767-1835) consideraba que el principio y el fin de cualquier sistema de educación debe concentrarse en la formación integral de las personas, con lo que la defensa no era solo de la autonomía universitaria sino también de la interacción independiente de sujetos intelectuales que conlleva al progreso de la ciencia.
Los investigadores de las universidades deben trabajar en temas de libre elección, definidos por la curiosidad de explorar lo desconocido y avanzar en las fronteras de la ciencia. Los principios de autonomía universitaria y libertad creativa son en verdad la base de sustento de cualquier sistema de educación superior de varios países, que fueron refrendados con el enorme progreso científico del siglo XX. Si a finales del siglo pasado se verificó que la ciencia era un campo especializado en alto grado, institucionalizado y que estaba presente en el mundo entero, en la época actual la ciencia se tornó en transdisciplinar y creadora de nuevos campos del conocimiento antes desconocidos.
La ciencia creció gracias a grandes inversiones públicas y privadas destinadas a la investigación y a dotar a las universidades de toda la estructura necesaria para dicho fin. Se generó una gran demanda por mayores inversiones, pero también se enfrentó una serie de límites presupuestarios. La libertad de crear comenzó a ser reducida para dar respuesta a necesidades sociales y económicas urgentes. Según Curi Filho y Thomaz Wood, esta ciencia ya no tan libre comenzó a modificarse por un saber denominado estratégico, por lo que la libertad de investigar con autonomía y el imperativo de servir a la sociedad se han vuelto a veces un conflicto. Se alcanza a observar que con mayor frecuencia la ciencia se mide por el impacto que tienen las universidades que investigan sobre la sociedad en las cuales se encuentran. Los centros de estudios superiores pueden contribuir con las comunidades en la generación de empleo y en la formación de profesionales. Sus investigaciones, a su vez, pueden promover el desarrollo regional y local. Las universidades también pueden fomentar la cultura y difundir la imagen de la región a la que pertenecen. No obstante, crece el cuestionamiento sobre el rol de las universidades, por lo que se hace necesario buscar mejores formas de comunicar los beneficios que generan a sus comunidades y la sociedad en general.
Las universidades ecuatorianas y de manera especial las públicas se han expandido de forma notable en los últimos años con el afán de mejorar los servicios que prestan en docencia, investigación, pero, al mismo tiempo, existen problemas en los presupuestos que estas requieren.
El Estado y las universidades tienen la necesidad de mejorar su impacto sobre las comunidades a las que pertenecen y adecuarse a esta autonomía dinámica y responsable. La investigación debe guardar relación con las necesidades reales de la sociedad en todos los ámbitos del saber humano. Son otros tiempos en los que vivimos.