En todos los ámbitos de la vida, la autocrítica funciona para replantear estrategias, corregir acciones y avanzar conscientes de que el aprendizaje no termina nunca, porque las oportunidades de crecimiento y mejora, primero hay que generarlas y luego aprovecharlas. La reflexión viene a cuento en consideración de las condiciones en las que nos encontramos los ecuatorianos, amerita desarrollar un proceso de autocrítica como sociedad en la que, gobernantes y gobernados, debemos hacer una pausa para pensar, repensar, definir y redefinir actitudes y procedimientos, todo con el fin de sostener con firmeza posturas que no pueden ser producto únicamente de espontáneas reacciones, sin la más mínima visión u objetivos, sin cuestionarse, ni fijar el sitio a dónde y cómo queremos llegar.
Hay circunstancias en las que parecería que el gobierno, prende la mecha con una mano y sostiene la dinamita con la otra, se resta a si mismo la capacidad de maniobra, lo cual provoca el regodeo de una oposición política que no tiene un sentido de país, sino que tristemente, carroñea ante los errores, acciones y propuestas equivocadas o inconsultas.
Es indudable que la democracia, como sistema exige diálogo, pero sin un solo atisbo de presión o peor chantaje, en donde el fantasma de octubre del 19 y ahora de junio del 22, estén presentes sobre la mesa de conversaciones. Si bien es cierto, se han logrado acuerdos básicos que siempre serán positivos, no se puede dar paso a la imposición de una cosmovisión y expectativas políticas de un grupo por el que la mayoría de ecuatorianos no votó. Esta muy bien escuchar, analizar y aceptar sugerencias sensatas, pero esta definitivamente mal, ceder en todo sin considerar la integralidad de factores que pueden verse afectados, el gobierno no puede tapar un hueco y abrir al mismo tiempo dos. La determinación del precio de los combustibles y su focalización, por ejemplo, no debe caer en el simplón regateo de una feria.
Con un tejido social fragmentado, una institucionalidad debilitada y sin crédito, el Ecuador no puede avanzar si se continúa con políticas reactivas, la intromisión de intereses de grupo cuyas acciones están judicializadas, de ninguna manera pueden ser parte de mesas de discusión, eso en buen romance es “meterle las manos a la justicia”, las hordas de vándalos que destruyeron Quito, ahora exigen dinero como reparación, para sus bolsillos por supuesto, pedido que simplemente es un despropósito y su aceptación sería una infamia.
En el rubro seguridad, lo reiteramos, la solución no está en demoler bienes públicos, ni descabezar la cúpula policial, la vía es la depuración objetiva, transparente y justa, el ministro Zapata lo tiene claro, hace falta que esa claridad se irradie en la otra cúpula, solo de esa manera se podrá ver alguna luz al final del túnel.
La sensación de orfandad y el pesimismo inunda al Ecuador, por ello hay que replicar los aciertos, que los hay, que no son una constante ni una mayoría es verdad, pero los hay, ahí están los logros de algunos ministerios como Finanzas en lo macro, Cancillería y su proactividad, Sercop y su esfuerzo bien encaminado, Ambiente y sus propuestas, pero sin duda no es suficiente.
El tiempo apremia y el reloj no para, el pueblo espera, hasta cuando es la pregunta, tic… tac…