Las pavorosas noticias que nos llegan desde Australia nos dicen de la devastación de más de cuatro millones de hectáreas, asoladas por el fuego, muy difícil de detener, a pesar del gran esfuerzo que hacen bomberos, militares, reservistas de la guardia civil y voluntarios.
Estamos hablando de extensiones mucho mayores que las que causaron tanto revuelo en la región amazónica. También el impacto en la fauna es desastroso, se habla de la desaparición de quinientos millones de animales.
Muchos de estos animales son endémicos de ese enorme país, y hay algunos en riesgo de desaparecer, como los hermosos y simbólicos koalas, que ven disminuir y mutar su hábitat natural, su comida, sus refugios.
En Australia la temporada de incendios siempre ha sido complicada, pero en estos años la intensidad se vuelve cada vez mayor, motivada indudablemente por el calentamiento de la Tierra, así como la extensión de los períodos de sequías.
Por ello, el cambio climático no puede descartarse como la causa principal de estas situaciones que deben concitar la preocupación y la solidaridad de los países y gentes que pueblan el planeta.
Una cosa que también sorprende es el hecho de que muchos de los ambientalistas, a nivel mundial, no hagan pronunciamientos sobre lo que está ocurriendo en Australia y expresen su preocupación ante el impacto que estos fuegos causan en el calentamiento global y en las condiciones climáticas mundiales.
Esperemos que los condicionantes políticos no impulsen el accionar de quienes han mantenido un liderazgo en la preocupación por los fenómenos y situaciones que ocurren en la Tierra, y que se actúe en consecuencia con la gravedad de las situaciones. (O)