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El Telégrafo
Xavier Guerrero Pérez

¡Aunque usted no lo crea! (II)

07 de septiembre de 2020

He pensado: será que hemos llegado al punto de que ya no importa el ejemplo de vida o poco interesa si la credibilidad, la reputación y el honor propio se va al piso; pero sí importa, al doparnos con “la droga del poder”, el “buscar cómo llegar, y sobre todo el mantenerse”. Partamos de la siguiente situación:

Persona que provino del mundo de la TV, de “las tablas” o de algún otro oficio (incluso de la arena deportiva), aunque son respetables esos y otros oficios pero resultan inconsistentes con aquel perfil que se requiere para el ejercicio público: de alta competencia, de notorio y demostrado compromiso con el país, y de auténtica cercanía con electores (pero no la que se tiene “para la foto” cuando se buscan votos); funcional a intereses poco virtuosos acepta una invitación a la cual es consciente de no estar a la altura. Poco tiempo después, la persona, de manera incomprensible, retorna a su oficio, pero sin abandonar el cargo público. ¿Y dónde quedó la misión? Más inexplicable aún: tiempo más tarde, renuncia a esa designación para optar a otra, y se avala de: “el pueblo me necesita acá”. ¡Vamos! Nos consideran, por ser respetuosos a la democracia, como ingenuos y hasta tontos, y groseramente se toman el nombre de los habitantes. ¡Indignante!

Vamos más allá. Usted dirá: la culpa es de quien le brinda el voto. Sí, pero tal es compartida con aquellas organizaciones políticas que les convocan a nuestros hermanos para conformar listas a cargos legislativos y para GAD, alejándoles de su “hábitat” natural: su oficio, del cual son buenos conocedores.

Para ponerle “picante”: recuerdo que meses atrás escuchaba en una entrevista a una autoridad local decir que, a más de ser funcionario público, tiene tres empleos más, y que el tiempo (24 horas) es su enemigo; desde luego el oficio de esta persona era uno de los ya mencionados…

¿Necesitamos más de estos casos, o de los casos que han estado varios años en el cargo y quieren continuar? Por Dios, no. (O)

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