En la entrega anterior hice una referencia introductoria a lo que ya estamos empezando a vivir los ecuatorianos en materia electoral. Sí, una vez más tendremos que acudir a las urnas en el 2021 para ejercer nuestro derecho “responsable” al sufragio. El término responsable deliberadamente está entre comillas dado que presiento que poco o nada se ha trabajado para poder ser capaces de brindar nuestra confianza a quienes la buscan en función de sus capacidades y experiencia, e irónicamente, “mucho” se ha hecho para, aunque usted no lo crea, seguir premiando con nuestro voto a quienes no precisamente se han destacado -y se destacan- por ser competentes en administración pública y en ciencias políticas y jurídicas (artistas, presentadores de televisión, locutores, entre otros). Preciso: hay excepciones, de lado y lado, pero son exiguas. Más allá, todo ello, lamentablemente, nos sumerge más en una sociedad donde se apuesta por el populismo, la demagogia y “el espaldarazo” a las(os) “famosas(os)”, en vez de apostar por la sindéresis, el ofrecimiento sensato y racional, y rostros nuevos.
No se trata de discriminar a nuestros pares por su oficio, el cual probablemente lo realizan adecuadamente y con decencia. Sí se trata de cuestionarnos y meditar nuestra elección a quienes irresponsablemente aceptan ser nominados a tareas que ni las conocen y ni mucho menos las podrán realizar. ¿Muestra? De sobra: cantantes, expertos en tablas y hasta profesionales del fútbol que se caracterizan por sus múltiples ausencias (inclusive si la asistencia es virtual) al Legislativo, por sus pobres, vergonzosas y en varios casos hasta nulas intervenciones en los debates parlamentarios, aunque siempre seducidos por “seguir en el poder, de una u otra forma”, “olvidando” así la legislación con enfoque social o la fiscalización para que los malhechores tengan “vacaciones en el tarro”… (O)