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El Telégrafo

Aún con vacantes

31 de mayo de 2011

Apesar del poco respeto que a sus discursos se tiene, no hay que dejar pasar, así no más, lo que por estos días están diciendo. Lucio Gutiérrez se ha creído que la democracia aguanta todo, incluso esas provocaciones tan suyas, tan salidas de tono. No se acatará lo que la Asamblea promulgue, a pesar del mandato popular después de la consulta. Hay que estar atentos de todos modos, porque puede que por ahí este escondido el afán conspirativo.

Después de ese coronel, a la gente le resultan intolerables, y él debe saberlo también, los dichos de Carlos Vera.

Tanto tiempo en la televisión, tanta fama y talento desperdiciados porque se fue acumulando una vanidad que desbordó la cordura. Vera, antes de retirarse de las entrevistas, ya nos había desvelado que el bichito de la política le había picado. Es una pena que no se haya entendido que son escenarios completamente distintos la televisión, acotado a la pantalla muchas veces tonta, y la política que puede extenderse tanto hasta terminar afectando a nuestras vidas.

A Fabricio la gente lo detesta, quizá no le perdona no haber podido contener el veneno utilizado en contra de su propio hermano. Hay otros casos en la historia de la política planetaria: Salinas en Méjico, Collor de Melo en Brasil ya nos habían advertido que las ambiciones ciegan hasta producir las peores traiciones. Pero en Guayaquil, a la sombra del Gran hermano, hay gente que cree que todo es un gran montaje. No tiene límites la estulticia.

Las encuestas andan diciendo, a pesar de sus errores, que personajes como Montúfar o Páez serán presidentes
con un margen de error de 2 o 3 siglos. Dato que debe angustiar tanto que parecería los predispone a cualquier cosa. 

Acosta solo conmueve a ciertas élites; Romo tiene una inteligencia que conecta con muy pocos. Por eso parecería, y no es verdad, que todos andan como mezclados. Hay que aguzar mucho más los sentidos para no caer en la reducción de que un solo color los arropa. Son distintos, está clarísimo, pero una pequeña angustia sí los une: ¿qué hacer con Correa en el mediano plazo? Él es el dique que detiene sus apetencias.

Esta democracia, que fue maltratada durante años -las políticas públicas obsecuentes con oligarquías nacionales y extranjeras la redujeron a su mínima expresión-, luce aún frágil y demanda más esfuerzo y seriedad, por eso son necesarios otros actores que no solo apunten a la Presidencia. Muchas otras vacantes no se llenan aún.

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