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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Assange y el Ecuador (2)

27 de octubre de 2015

En mi artículo anterior di cuenta de las ambigüedades que han permeado la política del Ejecutivo ecuatoriano hacia Julian Assange y cuyas consecuencias se han manifestado plenamente tras la publicación de los e-mails de Hacking Team. Sin embargo, las tensiones no habrían surgido a raíz de este episodio, ya que estarían arraigadas en sospechas de más larga data.

Según algunos documentos filtrados de la inteligencia ecuatoriana, dos cosas merecen atención especial. La primera: supuestos planes de escape habrían sido considerados para liberar al famoso huésped. La segunda: una relación práctica tortuosa con el personal de la empresa de seguridad contratada por la Senain, marcada por incidentes dentro de la embajada de Londres. En cuanto a la primera, los hipotéticos planes resultan tan irrisorios que solo podrían haber salido de una novela barata de ciencia ficción, o de la parroquial imaginación de la empresa a cargo de la seguridad de Assange, que responde a la Senain. Sin embargo, es de este aspecto de las filtraciones del cual se han hecho eco varios medios, sobre todo en Reino Unido, sin que Ecuador haya parado en seco esas especulaciones.

Por lo segundo, no es difícil imaginarse incidentes que ocurrirían dentro de un largo encierro, donde Assange estaría siendo sometido a espionaje por parte de quien se supone son sus propias guardias protectoras, cuyo software mental operaría todavía al estilo de la Guerra Fría. La objetividad de los reportes sobre estos episodios queda sin embargo en serio entredicho, al venir de las mismas mentes autoras de los fantasiosos planes de escape.

En los documentos a disposición, resalta el episodio cuando la Policía británica habría lanzado objetos contra la ventana de Assange; este, a su vez, habría pedido la difusión de las imágenes, aparentemente captadas por las cámaras de seguridad, algo que habría sido negado por la seguridad. Resulta increíble que imágenes como estas, un verdadero tesoro mediático que habría podido poner en aprietos el Gobierno británico y alentado la presión del cerco policial, no hayan sido puestas en circulación. ¿Puede alguien imaginarse un paralelismo con la Policía ecuatoriana lanzando objetos en contra de una misión diplomática extranjera? Senain: ¿dónde están guardadas esas imágenes ahora?

Se abre paso cada vez más la hipótesis de que la inteligencia ecuatoriana, lejos de haber sido reformada de manera satisfactoria por este Gobierno, guarde aún conductas del pasado que la inducen a boicotear la más valiente apuesta de la política exterior ecuatoriana. Y es conocida la relación borrascosa de Assange con los anteriores embajadores en Londres, ambos lejos de estar a la altura de la situación, tanto desde un punto de vista humano, como profesional y político, para hacer avanzar el impasse hacia una resolución positiva.

En el Gobierno, al parecer, coexisten dos agendas sobre el tema, una impulsada desde la Cancillería y otra cuyo epicentro ha residido justamente en la inteligencia ecuatoriana, pero ramificada en otras estructuras de relevancia. En esta pugna, yo me oriento sin ambages por defender a la primera. (O)

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