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El Telégrafo
Samuele Mazzolini

Assange y el Ecuador (1)

20 de octubre de 2015

En un encuentro entre el gobierno y un grupo de empresarios en agosto de 2012, Correa reaccionó con particular enfado tras la acotación del presidente del Comité Empresarial Ecuatoriano, Pablo Dávila, según la cual el asilo de Assange habría tenido repercusiones negativas para el país. ‘No se negocia con los derechos humanos’ era el mantra que religiosamente repetía en aquellos meses el mandatario ecuatoriano.                            

La posición del Ecuador no era exenta de ambigüedades, sin embargo el primer punto crítico tenía que ver con la percepción errónea sobre la real actividad del australiano. Algunos creían que Assange no era nada más que un hacker empedernido sin entender que su principal emprendimiento ha sido el de poner a disposición una plataforma digital y periodística para que otros revelasen las violaciones a derechos humanos de Estados y empresas.

El segundo nudo residía en la apreciación del propio Presidente sobre la actividad de WikiLeaks: siempre se obstinó en decir que, sea lo que fuere, lo de Assange en Ecuador sería un delito y que la protección había sido extendida solamente en virtud de la latente amenaza estadounidense. Una ocasión fallida para que el asilo fuese acompañado por otra lucha: la de trasparentar -en la medida de lo razonable- los actos del Estado ecuatoriano.

Las semillas de este enfoque contradictorio han ahora germinado: aparentemente, Assange ya no estaría de moda en los círculos gubernamentales, ni siquiera ante los ojos del presidente, según un reciente artículo de BuzzFeed. Es verdad, hubo voces internas de disenso desde el comienzo, pero los defensores del australiano son cada vez menos visibles al punto tal que el levantamiento del cerco policial que por tres años asfixió a nuestra Embajada en Londres -un resultado logrado también gracias a las importantes gestiones del nuevo Embajador Abad- no ha sido ni explotado desde el punto de vista mediático como una victoria diplomática.

Hay que conceder que Assange quizá no siempre ha sido un huésped fácil con más de algún desatino mediático y hasta político desentonando con la idiosincrasia ecuatoriana. El malestar, que al parecer se ha agudizado recientemente, estaría dado tras la salida de los ‘leaks’ de la empresa italiana Hacking Team que salpican también al Ecuador. Es ahí cuando se empieza a percibir el asilo como un problema, como una apuesta que habría salido mal. Un daño a los intereses del país, a su imagen. Más allá de que originalmente no fue WikiLeaks quien sacó a la luz los oscuros secretos de Hacking Team, que afectan a docenas de países en todos los continentes.

Pero si el ‘leak’ de la ex-embajadora de EE.UU., Heather Hodges, fue suficiente para que Correa la expulsara del país, ¿por qué las indiscreciones filtradas a través de los emails de Hacking Team no han conducido a investigar detrás de la cortina de humo del espionaje criollo a los opositores políticos? Reitero: qué pena que la apuesta por proteger a Assange no haya sido acompañada por un compromiso real y más profundo con la trasparencia. Quien nada debe, nada teme. ¿O no?

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