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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Assange, el criptógrafo

25 de enero de 2018

En agosto de 2012, Ecuador concedió el asilo al australiano Julian Assange, ante la posibilidad de que pudiera ser extraditado a un país no europeo y sancionado con la pena de muerte. La Constitución y las leyes ecuatorianas prevén la “Protección internacional” la misma que termina con la “una solución duradera al conflicto”, una de cuyas alternativas es la “obtención de la nacionalidad del país de acogida”.

Bajo el amparo de ese principio provida y de los instrumentos internacionales de derechos humanos, en diciembre de 2017 Ecuador le otorgó a Assange la carta de naturalización, que lo convirtió en ecuatoriano. Las autoridades de nuestro país actuaron guiadas por el propósito superior de proteger una vida humana que carecía de garantías y podía afectarse con la aplicación de un castigo desproporcionado e inhumano.

Assange se convirtió desde 2009 en una figura mundial por su lucha a favor de la transparencia y libertad de acceso a la información a nivel planetario. Recibió varios premios, entre ellos el Sydney Peace Foundation Gold Medal, por su “excepcional coraje e iniciativa en la búsqueda de los derechos humanos”, un premio que solo lo habían recibido personajes como el Dalai Lama y Nelson Mandela. Fue acusado de delitos sexuales en Suecia, a lo cual respondió señalando que se trataba de un recurso de persecución operado desde EE.UU. por el hackeo y difusión de información en su página WikiLeaks. Entre 2015 y 2017 Suecia cerró las causas contra Assange señalando que no se hallaron evidencias, pese a lo cual mantiene una orden de prisión en Inglaterra.

Assange es un genio que tiene la capacidad de fabricar llaves para descifrar lenguajes informáticos y entrar a las autopistas clandestinas donde circula la información que anticipa las estrategias de los poderes mundiales, que se encuentran virtualmente en guerra por la hegemonía, la dominación, la apropiación de los mercados y los recursos naturales. También genera software libres, por lo que constituye una amenaza para las empresas que mantienen el monopolio de la tecnología y los lenguajes informáticos, creando la dependencia de millones de personas integradas al nuevo modo de vida tecnologizado, y apropiándose de buena parte de la información y conocimiento generado por ellas.

En definitiva, Assange es un sujeto perseguido por ser un criptógrafo politizado, capaz de hacer legibles los cifrados secretos de los centros de poder mundial y mostrar al mundo los intereses en juego. (O)

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