Los grupos minúsculos de poder siempre han controlado la información, sus códigos y la tecnología para su difusión, con el propósito de incidir sobre las formas de pensar de la gente, apropiarse de las fuentes materiales y la fuerza de trabajo para la producción de mercancía.
Pero este orden produce rebeliones aquí o allá, provocando el miedo de los dominadores, ante lo cual usan la violencia. N. Luhmann concluye que la violencia, la coerción y la amenaza son usadas como una medida desesperada de los poderosos para lograr sumisión, justamente cuando están débiles porque la gente ya no cree en sus designios.
A finales de la Edad Media los grupos de poder estaban aterrados frente a la posibilidad de que la nueva información transformara las mentalidades. Inventaron el código reservado del latín, encerraron las escrituras en abadías, llegaron a envenenar libros importantes y a colocar a monjes ciegos, para que no accedieran al conocimiento.
En el siglo XIX hubo tensiones en torno al sistema de correos y los cables submarinos que trasmitían las señales eléctricas del telégrafo, el primer internet global. Actualmente se libran grandes guerras por el control de la información, unas internas, como en el caso de EE.UU., donde se enfrentan republicanos y demócratas, y otras a nivel internacional entre viejas y nuevas potencias.
Assange es un hombre perseguido porque tiene las llaves de la abadía, sacó la información y la difundió al mundo mostrando los asesinatos del imperialismo. Su apresamiento está conectado con la debilidad y el miedo de los viejos imperios, que temen perder el control sobre la información, la consolidación de nuevas potencias y el surgimiento de movimientos de liberación con experticia tecnológica.
El acto se convierte en un mensaje de amenaza, mediante el cual los imperios decadentes notifican que están decididos a poner límite a la democracia social, a volver al modelo de las abadías de la Edad Media, a establecer privilegios para acceder y difundir la información, y a instaurar una coerción desmarcada de los derechos humanos, ante lo cual los pueblos deben escoger entre la sumisión o los efectos de la violencia.
Volviendo a nuestra historia de la Edad Media, valga decir que la abadía donde se guardaba la información no pudo mantenerse en el oscurantismo, porque el poder que la mantenía cerrada era intrínsecamente débil. (O)