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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

“Así hicimos el levantamiento”

29 de junio de 2015

En el Inti Raymi de 1990 ocurrió un hecho que cambiaría a nuestro país para siempre, los runas de levantaron en todas partes del país, lo paralizaron, se tomaron iglesias, centros parroquiales y cantonales, marcharon por las carreteras, interrumpieron las vías, gritaron sus demandas a los cuatro vientos. No era la primera vez que se levantaban y  luchaban, pero sí fue un paso cualitativamente distinto porque lo hicieron con su propia voz, superando el ventriloquismo como ha explicado A. Guerrero. La Iglesia comprometida de monseñor Proaño, los partidos de izquierda, junto a las leyes de reforma agraria y un abigarrado proceso de organización regional autónoma hicieron lo suyo. El paso decisivo fue la conformación en 1986 de la Conaie, una confederación que aunaba a las regionales indígenas y que se planteó una organización autónoma respecto de los partidos y de la religión.

En el levantamiento de 1990 la  principal demanda fue la construcción del Estado plurinacional, pero también un cuestionamiento al modelo agroexportador, al pago de la deuda y otras de carácter reivindicativo, como congelamiento de precios de artículos de primera necesidad, recursos para la educación intercultural bilingüe, condonación de deudas, resolución de conflictos agrarios. Es decir, su lucha se generalizó más allá de lo étnico y se convirtieron en representantes de todo un pueblo. Esto significó adhesiones de gran parte de la sociedad nacional e internacional. Se instalaba una ciudadanía étnica con todos sus derechos, que empezaba a ser reconocida por la propia sociedad ecuatoriana.

Hoy, 25 años después de este acontecimiento, en el evento de celebración de Quito organizado conjuntamente por la Conaie y la Escuela de Sociología y Ciencias Políticas de la Universidad Central, los indígenas han recordado cómo se produjo el levantamiento y dónde se encuentran 25 años después. La dirigente histórica Nina Pacari afirmó que el levantamiento expresó la articulación de un proceso organizativo desde una perspectiva de clase y étnica de pueblos y nacionalidades; pero que en la relación con el Estado y gobierno no se ven mayores cambios, dado que la RC los sigue mirando como sujetos individuales y no colectivos y plantea “acabar con el corporativismo”, lo que en su percepción implica profundos rezagos de una mentalidad y prácticas coloniales. Además, en el ámbito epistémico hay un franco retroceso por el manejo de la educación intercultural bilingüe. Frente a esto urge la necesidad de “abrir trochas en la lucha por los derechos” y “retomar la agenda del pueblo indígena”.

Fue revitalizante encontrar también a nuevos dirigentes, jóvenes, vitales y bien formados. Ellos examinaron las vicisitudes de la relación con el propio Estado y el Municipio que los continúa viendo como organizaciones sociales y no como entidades territoriales, como minorías y no como pueblos ancestrales, mientras las comunas indígenas ubicadas en la periferia de la ciudad están siendo replegadas en sus territorios. Y nosotros, los mestizos, ¿cuánto hemos avanzado en la construcción de la interculturalidad?, ¿qué hemos hecho porque florezca nuestra otra parte runa? Debemos cuestionarnos como ha señalado un joven indígena en este encuentro. (O)

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