Resulta insólito ver cómo el usurpador de poder en Venezuela, aquel que ha organizado elecciones fraudulentas, ese que ha coartado la oposición política, el que ha violado sistemáticamente los derechos humanos, que ha llenado las cárceles con presos políticos, que ha desconocido a la Asamblea Nacional y ha creado la espuria e ilegal Asamblea Constituyente, el que ha asesinado a sus compatriotas en las calles, sigue teniendo la sartén por el mango. Sí, en efecto, Nicolás Maduro, el casi iletrado déspota, aquel que dice “millones y millonas”, aquel que relata recibir mensajes de pajaritos, que ha destrozado la economía de Venezuela, que se ha sustentado en unas fuerzas armadas corruptas y decadentes, que ha causado el éxodo de millones de ciudadanos, se solaza hoy al ver en Montevideo a un grupo de ingenuos que le hacen el juego.
Cuando parecía que cambiaba la marea, cuando la fuerza de la razón parecía prevalecer, cuando sectores de las fuerzas armadas venezolanas lo desconocían, cuando una nueva oleada de protesta en las calles se manifestaba, cuando se proclamaba un nuevo Presidente interino que recibe el reconocimiento de la mayoría de países de la Unión Europea y del continente americano, aparece este grupo de ingenuos que, en Montevideo, se plantean solucionar en un plazo de 90 días lo que se ha fraguado en más de 20 años, desde que llegó al poder un populista carismático, Hugo Chávez, que vendió humo a su pueblo empaquetándolo con la falaz idea del “Socialismo del siglo XXI”. Muy decepcionante ver cómo México y Uruguay, en contra de la corriente mayoritaria de países latinoamericanos que se han unido para desconocer al sátrapa usurpador de Nicolás Maduro, se hayan alineado con la tesis del diálogo que no es sino una alcahuetería para permitir la continuación del desastre venezolano.
López Obrador y Vázquez han preferido hacer prevalecer su decadente ideología sobre la razón que el mundo libre estaba por alcanzar. Se ha dialogado por años sin resultado alguno. El expresidente español, Rodríguez Zapatero y el dominicano Leonel Fernández desgastaron el remanente de su prestigio en la estéril tarea.
El Grupo Internacional de Contacto sobre Venezuela y el Mecanismo de Montevideo no son sino una balsa para el reflote de Maduro, oxígeno para el sátrapa. ¡Ya basta de ingenuidad! (O)