Un solo día le bastó a la Asamblea Nacional para cosechar un vendaval de críticas por las diferentes votaciones en las reformas propuestas al Código Orgánico Integral Penal (COIP). El tema más álgido en la sesión del 17 de septiembre fue la despenalización del aborto en caso de existir una violación de por medio.
La opinión ciudadana manifestada vía redes sociales, tras el fracaso de la iniciativa que buscaba eliminar la penalización del aborto en violación, reflejaba sentimientos de decepción y contrariedad por la actuación de asambleístas que -parecería- aún conciben a la mujer como un elemento supeditado a la voluntad divina y responsable de sus desgracias.
Por tal motivo, para 65 legisladores identificados claramente, el aborto tras la violación es de ajena voluntad a la mujer y en caso de querer zafarse, desprenderse, alejarse de su desgracia, del producto de esa violación, la cárcel seguirá aguardando por la víctima. Otra votación que resaltó en el pleno legislativo fue el tratamiento de los bienes que la corrupción depara.
En ese punto, 70 legisladores dejaron en el pleno un tufo rancio de espíritu de cuerpo a favor de la corrupción, cuando se negaron incluir en el COIP la incautación o decomiso de bienes producto de la corrupción. ¿Será que se cuidan las espaldas los legisladores?
Pero, como la masa electoral pide reparaciones frente a la delincuencia común, por más superficiales que sean, debían cumplir con lo vociferado desde el sillón de Olmedo y el despacho de Mocolí. Debían permitir se muestre el rostro a quienes en delito flagrante sean detenidos, aunque al día siguiente salgan de nuevo a delinquir.
Tal vez violando, embarazando a sus víctimas o, si son de cuello blanco, volviendo a robar desde alguna función pública. Estos últimos, confiados de que su ilícito patrimonio, gracias a una rocambolesca norma del decomiso, producto del criterio de los padres y madres de la patria, con buenas argucias se mantendrá seguro.
Los otros, los delincuentes comunes, sabiendo que aparte de hacer visible su rostro, en nada ha cambiado la justicia. (O)