Nos hemos acostumbrado a escuchar noticias de la covid-19, enfermedad pandémica que no solamente asuela la salud y la economía en el mundo sino también parece asolar la razón y promover la crispación en el género humano. En circunstancias tan graves cabría esperar que prevalezcan los diálogos, los argumentos, la razón, la reflexión y la concesión. No obstante, vemos en los medios de comunicación y, sobre todo en las redes sociales, la más acabada exposición de violencia verbal, de crueles diatribas, de descalificaciones atrabiliarias, en suma, un deterioro conductual que se multiplica entre ecuatorianos.
Hemos visto la descompostura de un periodista de CNN, quien cree que su actitud inquisitoria, más propia de Torquemada, es la que conduce a que la acción del gobierno ecuatoriano mejore en relación con el manejo de la crisis; hemos leído opiniones de que la relajación de la cuarentena equivale a un “asesinato masivo”; hemos observado a alcaldes que, ante el anuncio de la liberación progresiva del aislamiento social, se convirtieron en vociferantes adversarios de las autoridades que plantearon la medida y hoy, ellos mismos, cuando se les ha dado la facultad de que decidan sobre la aplicación de la medida en su cantón, vuelven a vociferar diciendo que es irresponsable que el gobierno no haya asumido la decisión.
La Asamblea es punto aparte. Inicialmente indispuesta por la posibilidad de reducción del salario de los asambleístas, se ha enfrascado en una discusión agria respecto de los contenidos de la Ley Humanitaria. Un asambleísta de la bancada social cristiana, alineada con la bancada correísta, instó a la publicación de nombre, foto y detalles del asambleísta que se pronuncie a favor de más impuestos. Es decir, exponerlos y menoscabarlos, por pensar diferente.
Vivimos una crisis descomunal y nadie tiene la mejor solución. En el mundo no hay quien la tenga. Los que se creen dueños de la verdad están equivocados. Es probable que quien dude acierte más que el que pontifica con aires de sapiencia. Que se recuerde el pensamiento de Jorge Luis Borges de que “La duda es uno de los nombres de la inteligencia”. (O)