Oigo a ciertos padres de familia comentar sobre las calificaciones de sus hijos/as. Dicen: “lo que quiero es que sea feliz, no importa que no tenga buenas notas”. A mí me suena a conformismo. Los padres, para mi manera de ver, deberían promover que sus hijos/as se esfuercen apoyándoles de todas las formas posibles. La vida es un trayecto para la búsqueda de la felicidad, pero también es una pista de obstáculos que se deben superar y eso solo se aprende con disciplina y trabajo.
Las calificaciones son una medida de cómo va la educación de un/a estudiante, pueden reflejar la dificultad que tiene él o ella en una o más materias o sus diferencias de aprendizaje. Las notas pueden inclusive reflejar el estado emocional de un(a) chico/a. Es importante que los padres supervisen de forma constante a sus hijos/as, los/as apoyen en sus tareas, les manifiesten cuán orgullosos están de sus triunfos y se ocupen de sus falencias, si las tuvieren. Si no lo hacen podrían no estar suficientemente sintonizados con ellos/as.
En clase, los profesores captan el desarrollo de los chicos/as mediante el termómetro que son las calificaciones. Hay niños/as que tienen excelentes notas en sus primeros años de escuela y, de repente, una ausencia temporal de sus padres o algún problema dentro de la familia hace que bajen súbitamente sus calificaciones. Es muy importante que los profesores y padres de familia investiguen las razones de los cambios drásticos. Es normal que los/as muchachos/as en la escuela y en el colegio experimenten cambios, pero los adultos deben estar atentos a esas transformaciones. Especialmente en la adolescencia, momento en el que los padres y maestros deben ser muy creativos para que esas mentes brillantes se mantengan dispuestas a la adquisición de conocimientos. Es frecuente ver que mientras los/as jóvenes maduran ellos/as van tomando consciencia de la importancia de tener buenas notas. Conozco casos entre mis estudiantes que solo cuando tenían al frente el salto a la universidad se percataban de la importancia de conseguir calificaciones altas. Algunos/as inclusive lo hacían más tarde, cuando se sentían dueños/as de sí mismos/as y estaban listos/as para hacer frente a los riesgos académicos.
Las buenas calificaciones aumentan la confianza en uno/a mismo/a. Por ello, es importante que los padres apoyen a sus hijos/as para que tomen riesgos. Con frecuencia los/as estudiantes tienen miedo de esforzarse porque temen fracasar y se dan por vencidos/as antes de hora sin intentar alcanzar las mejores notas. Pero esforzarse, dar lo mejor de cada uno/a, tratar de llegar e inclusive fallar son parte de la vida. Es necesario educar a los chicos/as en que no se debe tener miedo al fracaso: lo importante es intentar. Conseguir un triunfo da una sensación de plenitud. Cuando los/as estudiantes se desempeñan bien, las instituciones a las que asisten recompensan sus logros a través de certificados, diplomas, premios y reconocimientos. Ni qué decir del orgullo y felicidad de los padres y miembros de la familia. Además, todo ello aumenta la capacidad de los/as jóvenes para interactuar con otras personas. Esa confianza a su vez genera motivación para seguir adelante.
La Global International Indian School, en su publicación dirigida a los padres llamándoles a comprender la importancia de las calificaciones de la escuela secundaria, dice que los/as alumnos/as que obtienen buenas notas: 1. tienen más oportunidades dentro y fuera de la escuela; 2. la escuela los/las percibe como aplicados/as e inteligentes; 3. los maestros tienden a centrarse más en los/as niños/as estudiosos/as y les muestran las interesantes oportunidades que existen; 4. son elegidos/as para representar a la escuela en competencias y eventos escolares, y 5. conocen mejor el mundo como líderes porque han mostrado sus capacidades.
En el artículo “Why it’s worth getting good grades in school” (Por qué vale la pena conseguir buenas calificaciones en la escuela) de Forbes, de mayo de 2019, el profesor Nick Morrison asevera que obtener las mejores calificaciones además de garantizar la entrada fluida a la universidad, conduce a trabajos bien remunerados que a su vez permiten satisfacer las necesidades propias y las de la familia, incluidos la seguridad económica, el reconocimiento social y la satisfacción personal. El autor cita publicaciones sobre educación en el Reino Unido que demuestran que los/as estudiantes a los/as que les va bien en los exámenes ganan hasta un 40% más al graduarse de la universidad que sus compañeros/as que los reprobaron. Estas también establecen una clara correlación entre las calificaciones del último año de la secundaria y los salarios posteriores a la graduación.
Otros estudios sobre calidad de vida recogen los testimonios de estudiantes que obtuvieron las mejores calificaciones y señalan que estas: les ayudaron a sentirse capaces; su personalidad se fortaleció al recibir felicitaciones y premios; han podido elegir las carreras más adecuadas para sus perfiles académicos; fueron admitidos/as en buenas universidades, obtuvieron becas, tuvieron la oportunidad de continuar su educación hasta los niveles más altos; pudieron internacionalizarse, obtener trabajos de calidad y, en general, tener una mejor calidad de vida que sus compañeros.
En definitiva, las calificaciones altas abren las puertas a la educación superior porque son un medio para medir el desempeño académico. Como vemos en nuestro país, solo la mitad de los/as que se postulan logran entrar a la educación pública superior por lo bien que se desempeñan en las pruebas de ingreso a la universidad.
Es necesario, como padres y maestros, convertir a los/as chicos/as en los/as mejores y más brillantes estudiantes para que lleguen a ser personas decentes, comprometidas con la excelencia, que conozcan el esfuerzo y lo practiquen. Más aún en el caso de las estudiantes mujeres que tienen dobles desafíos, por eso el énfasis en ellas en este artículo.