En un país ideal, cada persona debe aportar de acuerdo a sus ingresos y ganancias anuales. El principio rector que debe guiarnos de acuerdo al sentido común y la equidad, es que mientras más altos sean los recursos y riqueza personales y empresariales disponibles, mayor debe ser la contribución al bien común de las comunidades, países y la humanidad.
Es absurdo e inmoral que los que tienen más recursos económicos aportan menos al bien común, pagando menos impuestos. Es inconcebible e inaceptable, que muchas empresas medias paguen más impuestos que las más grandes.
El más grande enemigo del desarrollo nacional y bienestar de toda sociedad es la evasión de impuestos. El no aportar al país a través de la evasión de impuestos, es el mayor virus mental que existe en el Ecuador.
Lamentablemente, demasiadas personas y empresas se aprovechan de malos empleados públicos y de especialistas privados en elaborar documentos falsos para reducir sus obligaciones para con el país. Es el deporte predilecto de los que más tienen dinero: evadir el pago de los impuestos.
Una falsa ideología sostiene que los más ricos no deben pagar impuestos, para que reinviertan sus ganancias y crear más puestos de trabajo. Esa promesa engañosa no se ha cumplido en ningún país.
Destacó lo señalado en estos días por Guillermo Lasso: “los que más tenemos debemos aportar más”. Creo que debiera haber un impuesto adicional al actual impuesto a la renta. Esos fondos deberían ser para la educación, capacitación y salud de los más pobres y marginados del Ecuador, es decir, la mitad de la población y puedan satisfacer sus necesidades materiales y espirituales.
La prosperidad de toda la población del Ecuador llegará, cuando los que tienen más dinero paguen los impuestos que proporcionalmente les corresponda, en ese momento hasta se le podrán abrir la puerta del Cielo.
Un buen ejemplo es Canadá con un elevado bienestar social de toda la población. (O)