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El Telégrafo

¡Antonio José de Sucre, eterno!

23 de mayo de 2012

Hace 190 años, en la Batalla de Pichincha, el Ejército Libertador, integrado por patriotas de Venezuela, Cundinamarca, Perú, Argentina; de Quito, Guayaquil, Cuenca y Riobamba, comandado por el general Sucre, derrotó al oprobioso colonialismo español, alcanzó la emancipación de lo que hoy es Ecuador,  reivindicó el derecho de nuestra nación a la libertad.

Fue una conquista heroica la  del 24 de mayo de 1822; base para ejercer soberanía política, económica y militar, traicionada en varios tramos de nuestra historia republicana y reivindicada en estos años de Revolución Ciudadana.

Sucre, Gran Mariscal de Ayacucho, jefe del Estado Mayor del Ejército Libertador de Quito, héroe latinoamericano, rindió el tributo de su vida en la lucha para crear las nuevas sociedades, en lugar de las colonias españolas. Fue un mártir en el proceso de construir una patria nueva.

Simón Bolívar escribió su biografía, en la que refería, “digno de su alma: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia”; y afirmaba que “será eterno, como el nombre de Vencedor de Ayacucho”.

Después de esa batalla triunfante, fue el militar más querido por el pueblo de Quito, lo consideraba el auténtico Libertador del territorio de la Real Audiencia. Para los realistas era un peligro, había que liquidarlo.

En efecto, su asesinato fue un crimen colonial que buscó frenar el proceso de independencia y la formación de la Patria Grande.

Esto escribo con oportunidad del debate que el Municipio de Quito promueve para ponerle nombre al nuevo aeropuerto. Esta razón democrática del Cabildo, al igual que millones, no la comparto. Si el viejo aeropuerto desaparece, el nuevo debe mantener el nombre de este héroe de la patria.

Desde la eternidad, Eugenio Espejo, Manuela Sáenz y otros “opcionados” dirán lo mismo, y si a ellos y otros se debe rendir nuevos honores, que sea en otros espacios, no afectando la memoria histórica de Sucre.

La discusión hace recordar el desatino histórico de grupos de poder que en Guayaquil maquinaron para poner el nombre del patriota José Joaquín de Olmedo al nuevo aeropuerto, relegando el del Libertador Simón Bolívar, héroe  superior.

Torpeza, si recordamos que el propio Olmedo, la más importante expresión poética de la Independencia americana, en su obra cumbre “La Victoria de Junín”, “Canto a Bolívar”, lo soñó como “arbitro de la paz y de la guerra” “vivo reflejo de la gloria”; destacó,    “su voz un trueno”, “su mirada un rayo”, “hijo de Colombia y Marte”, “capitán valiente”,  “blasón ilustre de su ilustre patria”. Advirtió “no morirás, tu nombre eternamente en nuestros fastos sonará glorioso”. Afirmó que es “Padre del Universo”, “Sol radioso”.

Exclamó “¡Oh Padre! ¡Oh claro Sol! no desampares este suelo jamás, ni estos altares”…que… “tu luz la libertad nos restituya”.

¿Cómo, Olmedo, ante ese despropósito oligárquico, habría reaccionado frente a quienes ignoraban que “él y Bolívar son inseparables”, “hechos el uno para el otro”?
Que no ocurra en Quito, con motivo del otro aeropuerto,  un nuevo desatino.

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