A inicios del siglo 18, Adam Smith, planteó la idea de la necesaria cooperación basada en “la simpatía moral”. La catalogaba como una característica fundamental del ser humano. Seríamos capaces de sentir los males que sufren los otros. Reconocer al Otro, es reconocerlo en sus necesidades, fortalezas, debilidades y sueños. La cooperación y el altruismo serían los impulsores de todo sistema moral. Claro está, esto debería funcionar en las sociedades liberales y democráticas.
Si pasamos revista a los últimos acontecimientos, me pregunto: ¿somos una sociedad que apuesta a la simpatía moral? ¿Apostamos a la cooperación o solo nos preocupa el interés individual? La fenomenología de los hechos, es decir, tal y como se nos aparece en el comportamiento ciudadano frente a la tragedia de la pandemia de la “fiebre china”, muestran que prima el interés individual sobre el colectivo. Veamos algunos indicativos. La prepotencia de una clase social de los más ricos del Puerto Principal encendió el alto nivel de contaminación de la enfermedad. Nunca corrigieron el error de sus autoridades y, al contrario, se ratificaron vocingleramente.
Los ciudadanos de a pie siguen caminando haciendo caso omiso de las medidas de seguridad. La clase política, acostumbrada al latrocinio del erario nacional, se comportó de la misma manera que lo hizo en los terremotos de Ambato, Ibarra y Manabí. Esta vez quisieron robar nada menos que $ 10 millones asignados a las compras de máscaras y guantes quirúrgicos. No les importó la vida de los médicos, policías, auxiliares de enfermería y de los millones de ecuatorianos.
Los más pudientes se apertrecharon en grandes fortalezas de papel higiénico. Vaciaron supermercados. El hombre lobo del hombre de Hobbes salió cargado de canastas llenas de egoísmo e individualismo. Dejaron botados en el suelo el altruismo y el amor al prójimo. Esto en una sociedad que se precia de ser cristiana y asiste cada domingo a pedir perdón por sus pecados. (O)
