Annum del latín se hizo año en español, “ano” en portugués, “anno” en italiano, “année” en francés. En ingles es “year”, “jaar” en holandés, “jahr” en alemán. “Got” en ruso y “étos” en griego. En sánscrito, lengua antigua del norte de la India, es “sanvatsara”. En el reconstruido proto indoeuropeo debió ser “atnos”.
Pasando de las lenguas indoeuropeas a las semíticas, ¿cómo se dice año en hebreo? “Shaná”, parecido al “sana” árabe. Como ocurre en algunas voces, el hebreo suena sospechosamente parecido a las lenguas indoeuropeas.
Históricamente, las lenguas semitas son más antiguas que las indoeuropeas. Tampoco se debe a una vieja influencia del sánscrito o del latín, peor a una moderna del español o del italiano. Porque desde el siglo II, cuando Roma los desterró de su tierra, es decir, cuando no existía ni el español ni el italiano, los judíos han rezado así: “Bashaná haba’á me Yerushaláyim, amén” (El año que viene en Jerusalén, así sea).
Esta oración se repetía hasta el siglo XX, tanto en los opulentos hogares judíos de Nueva York, como en los campos alemanes de concentración. Para la mayoría de prisioneros de esos campos, su deseo no se cumplió. Pero algunos lo lograron después de 1945. Sin estar nosotros en tan desesperante situación, sí queremos algo para el año que viene. Salud.
En ese campo, algunos queremos bajar de peso, por ejemplo. Cuando decimos en voz alta ese deseo, nunca faltará un cínico que nos quiera robar la esperanza: “Como dijo Juan Gabriel: no te aferres a un imposible”. Pero hagamos el intento, así nos haya ido mal varios años.
Por ejemplo, si renunciamos a los dulces, bajaremos de peso, le quitaremos un peso de encima a nuestro odontólogo y ahorraremos dinero. No creo en la fuerza de voluntad. Lo que se necesita es un susto. Hace 15 años, cuando todavía fumaba, me dio neumonía y fui a la clínica porque no podía respirar. Tras pasar dos días con oxígeno, nunca más topé un tabaco. (O)