Sorprende que la Asamblea General de las Naciones Unidas haya dedicado este año 2016 a un tema aparentemente secundario, como las legumbres, ante los graves problemas que aquejan al mundo. Sin embargo, viéndolo bien, se trata de un tema vital, que en último término enfrenta el problema del hambre crónica en el mundo, que afecta a unos 800 millones de personas, mientras que más de un tercio de los alimentos producidos se pierde o despilfarra. Además, es una oportunidad para tomar conciencia sobre la importancia fundamental de la soberanía alimentaria y de la agricultura campesina y comunitaria, esencial para una producción sostenible de alimentos encaminada a lograr la seguridad alimentaria y la nutrición, objetivo que propone la ONU para este año, más allá de sensibilizar la opinión sobre las ventajas nutricionales de las legumbres.
Es esperanzador que sea la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) la encargada de facilitar la celebración del Año, como lo hizo en 2014, Año Internacional de la Agricultura familiar. Ya ha anunciado que lo hará focalizando la atención en fomentar conexiones a lo largo de toda la cadena alimentaria para aprovechar mejor las proteínas derivadas de las legumbres, promoviendo los cultivos de grano seco, como lentejas, frijoles, garbanzos, fuente esencial de proteínas y aminoácidos de origen vegetal para la población de todo el mundo, que además de ser un elemento fundamental de la canasta de alimentos, tienen la propiedad de fijar el nitrógeno, lo que puede contribuir a aumentar la fertilidad del suelo con efectos positivos en el medio ambiente.
Para alimentar a la población mundial prevista para 2050, se calcula que la producción mundial de alimentos debe aumentar en un 60%. Sin embargo, la producción de legumbres es menor en la actualidad que la de otros productos básicos, como los cereales, raíces feculentas y hortalizas. De ahí el empeño en este Año Internacional de concienciar sobre los beneficios de las legumbres y alentar a una mayor producción y consumo.
Oportunidad de oro para que se reflexione también a través del mundo sobre el contexto global de la creciente sumisión de la agricultura al capital, liderada por multinacionales del complejo agro-alimentario, que se han apoderado desde la producción de semillas y fertilizantes hasta de las grandes cadenas de distribución, y que con el señuelo de aumentar la productividad modifican transgénicamente los alimentos, llevando el monocultivo agroindustrial a grandes extensiones, en perjuicio de la agricultura campesina y de las semillas ancestrales, y amarrando al productor al empleo de pesticidas y fertilizantes de su respectiva firma, que es lo que les proporciona las grandes ganancias. Tema para desarrollar en próxima oportunidad.
Esperamos que el enfoque de este año internacional sea integral, y no se traten como externalidades los daños comprobados a la agricultura campesina y comunitaria por la economía capitalista. (O)