Hay aniversarios dolorosos y en estos días tenemos uno de ellos, los treinta años de la guerra del Cenepa, situación limítrofe vivida con nuestro vecino del Sur.
Vivimos una invasión, que fue repelida por las fuerzas armadas ecuatorianas, en las que sobre todo la aviación de nuestro país jugó un rol fundamental, ya que fue la calidad de los aviones y la pericia de quienes los operaban, las que marcaron la diferencia y protegieron el territorio en la región amazónica e impidieron que la situación se agravase, como en oportunidades anteriores.
El Ecuador registró victorias, vino la intervención de los denominados países garantes que luego culminaría con la firma de la paz definitiva entre Ecuador y Perú, cerrando un conflicto latente por décadas y que significó, a lo largo de los años de enfrentamientos una disminución significativa del territorio ecuatoriano.
Yo recuerdo los acontecimientos, había finalizado mi período como ministra de Educación, Cultura y Deportes del Ecuador en el gobierno del Arquitecto Sixto Durán Ballén y pienso también en lo conmocionados que todos nos sentíamos porque la mayoría había vivido la tensión de un enfrentamiento bélico anterior, la guerra de Paquisha.
Las iniciativas por la paz no se hicieron esperar, lideramos un frente por la paz, muchas mujeres unidas fuimos a la zona de conflicto, tratando de encontrar espacios para los diálogos.
La sensación de vulnerabilidad era tremenda, pero también sentíamos un fuerte sentido de unidad nacional que muchas veces hace falta en nuestro país. Todos éramos partes de iniciativas, sea desde el gobierno, los medios de comunicación y la sociedad civil, pensando en el destino del país.
Es bueno pensar en los aniversarios de los hechos, reflexionar en el valor de nuestros soldados, pensar en la unidad del país y también, no menos importante, es el pensar y repensar en el destino nacional, en la falta que nos hace construir lazos, encontrar sentimientos comunes y trabajar en frentes que nos saquen de la anomia y el temor.