Estamos habituados a ver, en dibujos animados, animales con características humanas. La ciencia ha avanzado mucho en el área de transferir facultades humanas a los animales, sea con aplicaciones médicas o por capricho y esnobismo; este fenómeno se llama humanización animal.
En 1995 se logró mantener una oreja humana sobre el dorso de un ratón. Desde entonces hay muchos experimentos que han tratado de unir órganos humanos a diversos animales. Otros han ido más allá al introducir genes humanos en animales para entender su funcionamiento y encontrar respuesta a enfermedades o disfunciones genéticas. Hay varios ejemplos de humanización animal: introducción de células nerviosas en primates para lograr que hablen, producir cerdos que secreten hormona de crecimiento, introducción de células madres humanas en fetos de cabra. Los procesos científico-tecnológicos para lograrlo han sido paulatinos y llenos de errores; los resultados al parecer son buenos si consideramos las aplicaciones en salud.
Pero la humanización de animales está desarrollándose sin supervisión, sin ética, ni legislación. Aunque el principio rector de la investigación en animales es el respeto a su esencia biológica, se transgrede esa normativa en función, sobre todo, del capricho científico y de posibles ganancias económicas. Animales bonsái o mascotas exóticas híbridas mueven la inversión en animales personalizados o genéticamente modificados.
En ciencia se habla de Animales Conteniendo Material Humano y su uso es una de las preocupaciones éticas en reuniones internacionales y pronunciamientos de gremios médicos y científicos. El reclamo de los derechos animales no es nuevo, existió en la antigua Roma y muchas religiones los contemplan. Con la declaración de los Derechos Humanos se demanda su extensión hacia los derechos animales, destacándose el “Proyecto Gran Simio” que en 1993 proclamó el igualitarismo moral, es decir el trato como humanos a chimpancés, bonobos y gorilas, las especies evolutivas más próximas, con las que compartimos el 98% de genes.
Los beneficios de la experimentación con animales son innumerables para la ciencia y la historia humana: evaluación de medicamentos nuevos, tratamientos quirúrgicos revolucionarios, modelos experimentales, viajes espaciales, etc. Hoy vamos hacia el rescate de los derechos animales aunque hay posiciones extremas, sectarias e irreconciliables. En todo caso y hasta el momento son más los beneficios de la humanización animal que su mal uso, por el respeto de la mayoría de investigadores al principio rector.