Hace dos años leía a psicoanalistas latinoamericanos anhelar y celebrar la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de México. Lo pintaban como la mejor opción entre otros por sus propuestas populistas, dejando para mí, en entredicho el criterio y la “intelectualidad” de estos colegas.
El señor es el mismo que sostiene que hay que hablar con las madres de los narcos para que ellas convenzan a sus hijos de que abandonen el oficio. Es quien quita presupuesto para becas, cultura, etc. También es el que ha dado asilo político a prófugos de la justicia ecuatoriana.
Como dato adicional sepan que, culturalmente hablando, ecuatorianos y mexicanos tenemos harto en común y los problemas mexicanos también los vive Ecuador a menor escala. Por ahí vamos.
AMLO es la reencarnación de Kiko, del Chavo, Don Ramón, de toda la vecindad de Roberto Gómez B. Pero también puede ser el Nicolás Maduro charro. A estas alturas ya podemos decir que todos los regímenes socialistas latinoamericanos tuvieron, tienen y tendrán su Maduro.
“¡Toma tu maduro!”, expresión ecuatoriana para señalar que te mereces un mal; porque ya se ha hecho signo; porque ya se ha inscrito que todo representante mayor de un sistema así significa: corrupción, ineptitud, contradicción, represión, censura, propaganda, demagogia y cinismo.
El caso reciente de Fátima –la niña secuestrada, violada, asesinada– es solo la punta del iceberg. Y para estos líderes la culpa es del neoliberalismo, del imperio o capitalismo. En México hay 100 muertes violentas por día, donde el 90% son hombres y el 10% son mujeres.
El activismo no es suficiente, porque por más paredes que se rayen, el problema es mayormente narcodelictivo, psicopático y criminal, y allí el mensaje activista no llega. Esto sobrepasa el mal del machismo común, y ante el problema, los activistas no pueden hacer casi nada más que solo catarsis.
AMLO en su intervención luego del caso de horror de la pequeña de 7 años, ¡sonríe! mientras dice que los conservadores utilizan el tema para culparlo. ¿Qué chingos?
Oigan bien Presidentes: sus gobiernos, sus muertes. (O)