La violencia física empieza a ingresar al campo de la política en América Latina. Esto significa, en sí, que ese campo se está deshaciendo. La política, como forma de relación para ocupar espacios de poder estatal, empieza a ser devorada por las relaciones de fuerza pura. Las múltiples denuncias sobre intento de asesinato a líderes, muchas de las cuales parecían coartadas con fines electorales, fueron avisos de la llegada de formas no-políticas para eliminar a contrarios. El intento de homicidio de la vice presidenta de Argentina, Cristina F. de Kirchner, constituye un hecho máximo de la violencia en el campo político, reflejo de una sociedad violenta en su conjunto.
Las Naciones Unidas (Unodc) señala a América Latina como la región más violenta, cuyas muertes son causadas por homicidio. El homicidio ha provocado hasta ahora más muertes en el mundo que los conflictos armados convencionales. La tasa global alcanza actualmente al 6.1, pero la de Sudamérica llega a superar el 25%. ¿Por qué América Latina se ha vuelto una de las regiones más violentas del mundo?
Por lo general se concluye que el problema de la pobreza es la causa única de la violencia, pero esta conclusión reduccionista y a veces politizada, ha impedido visualizar otros detonantes del problema latinoamericano. El antecedente histórico se encuentra en el hecho colonial que generó condiciones para una sociedad racializada y estratificada. Masas de “subalternos” buscaron desde el siglo XVIII insertarse, sobre todo, en la dinámica comercial. Desde momentos tempranos, una de las características latinoamericanas fue la urbanización y el aparecimiento de lo que llamaban la “plebe”. En el siglo XXI la globalización en su nueva etapa de industrialización, impulsada por China, abocó a un consumismo que prometía un ascenso social basado en estándares materiales y simbólicos, proporcionados por bienes tecnológicos y de lujo. Deuda, capacidad de consumo y estatus han ido de la mano. Era necesario dinero suficiente para sobre consumir.
La realidad más letal, es que América Latina se insertó a la nueva etapa de la globalización mediante la producción y comercio de droga ilegal, anclando a diversos grupos, sobre todo del sector popular, encadenándolos a organizaciones lucrativas y coercitivas, que imponen la competencia, la deuda y la fuerza armada, bajo amenaza de homicidio.