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El Telégrafo
Mónica Mancero Acosta

Amas de casa o ciudadanas (II)

01 de diciembre de 2014

“Ama de casa” es un eufemismo que pretende esconder, sin conseguirlo, un supuesto dominio de la mujer sobre el ámbito privado. No es inocente que se haya relegado a las mujeres al trabajo doméstico, cercano a lo terrestre, interior, sucio, húmedo, monótono, humilde. Más bien es parte de una jugada estratégica de un sistema patriarcal y desigual, que basa su apuesta precisamente en que una parte de ese sistema, los hombres que dominan, saquen ventaja de él.

La economía feminista ha demostrado que el trabajo de cuidados realizados por las mujeres en el hogar es vital para la reproducción de la vida y la fuerza de trabajo, y para que exista y se reproduzca la otra esfera de trabajo, comúnmente considerado productivo. Así, cada esfera desempeña un rol específico, todos son productivos y están interconectados: el hogar, el mercado y el Estado: “mientras en el hogar se producen bienes y servicios para sostener la vida y reproducir el sistema; los mercados transfieren salarios, derechos contributivos; el Estado transfiere servicios públicos universales” (Pérez, 2014). Por supuesto que estos servicios difícilmente llegan a cubrir toda la demanda social y frecuentemente son los propios hogares -con más trabajo para la mujer- los que deben encargarse del cuidado de ancianos, enfermos o discapacitados.

Más aún, el trabajo del cuidado podríamos afirmar que supera en ‘valor’ al de las otras esferas, puesto que no solo implica la realización de tareas rutinarias, poco visibles y denostadas socialmente, como cocinar, lavar, planchar, limpiar, seguido de un larguísimo etcétera, sino que supone otra parte que ha sido denominada por la economía feminista como ‘inmaterial’, y se refiere al rol de la socialización, los afectos, el cuidado emocional. Entonces, dado que ha sido ya demostrado que este trabajo tiene un valor, sabemos que no tiene un precio, es decir no es reconocido en nuestros sistemas patriarcales tradicionales y conservadores en todo el mundo, con una compensación económica por parte de las otras esferas denominadas productivas.

Por otra parte, el acceso a la ciudadanía por parte de las mujeres ha sido una tarea ardua, que se ha forjado en las luchas sociales y que aún está en construcción. Mientras el acceso a los derechos civiles y políticos fue conseguido a través de luchas, fuera y dentro de América Latina, por parte de las mujeres, el acceso a la ciudadanía social está aún pendiente. En este proceso ha primado una visión de las mujeres como necesitadas de protección antes que de igualdad.

Si esto es así, entonces por justicia les corresponden derechos sociales y económicos a las mujeres dedicadas al trabajo del hogar, pues su contraparte, las obligaciones, son realizadas por ellas con sobra de méritos, al menos en lo que se relaciona con el tiempo de trabajo, como vimos en las estadísticas del artículo anterior. El debate entonces se traslada a cómo implementar apenas uno de estos derechos, que es la seguridad social, y ni tan siquiera, sino restringido al derecho a una pensión en su vejez. Es decir, sería importante transitar desde el esquema de protección al de derechos e igualdad.

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