En Fenomenología del espíritu, Hegel sostiene que el comienzo de la historia se inicia con el encuentro o enfrentamiento de dos conciencias, de dos deseos: el hombre desea someter al otro, dominarlo, que lo reconozca como superior. Surgen las figuras del Amo y del Esclavo. Este encuentro es un enfrentamiento. Ninguno de los dos se va a someter de manera voluntaria al otro. Será una lucha a muerte, donde tan solo el miedo, el temor a desaparecer o morir lleve a someterse obligatoriamente a alguno de los dos.
El que no tiene miedo a morir se convierte en el amo. El esclavo, por el contrario, prefiere sobrevivir y someterse al vencedor. Y ese es el origen de la historia.
Hegel distingue entre el deseo de los seres humanos y el de los animales. Los seres humanos, en su conciencia, desean el Deseo del Otro. En cambio, los animales desean cosas. Los seres humanos desean los productos de la cultura; los animales, lo que encuentran en la naturaleza.
Jean Paul Sartre, en El ser y la nada, siguiendo el hilo de Hegel, lleva la reflexión al campo de las relaciones amorosas. Entre los amantes, siempre habrá uno que se entrega más que el otro. Esto lo vuelve un ser débil, pues tiene miedo a morir o a ser abandonado por el que se entrega menos. Nuevamente, es el encuentro de dos conciencias. La una, la conciencia del amo, que somete y domina al otro. Y la otra conciencia, la del esclavo, que tiene miedo a ser abandonado, se somete y se entrega. Al entregarse, decide ser poseído y dominado voluntariamente por el otro.
Por ello, y con razón, Igor Caruso, psicólogo existencialista, admirador de Sartre, en su libro La separación de los amantes, sostiene que el amor, como fenómeno de conciencia, reproduce la lucha a muerte entre el amante-amo y el amante-esclavo. La separación de los amantes supone que el otro le ha dado muerte en su conciencia. El dolor se produce no porque el otro se haya ido o lo haya abandonado. El dolor se da porque le ha aniquilado en su conciencia… Lo ha matado. Ergo, el que más ama… pierde o muere. (O)