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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

Aló... ¿Tiene una oposición a la carta?

14 de julio de 2013

Un amigo exasambleísta de oposición me confiesa (bajo la condición de que no publique este testimonio con su nombre) que se siente muy frustrado con la oposición. Y en apretado resumen señala: los líderes solo piensan en su imagen, los acuerdos duran hasta salir de la reunión, las ideologías no cuentan, los medios les imponen su agenda y a veces su discurso, etc.

A eso se añaden -digo yo- varios hechos que respaldan la frustración de mi amigo: un expresidente del extinto Tribunal Supremo Electoral critica la escasa formación política de los líderes y reconoce que Alianza PAIS hace la gran diferencia; un asambleísta roldosista, en su fundamentalismo religioso, solo hace política ofendiendo las libertades sexuales de sus colegas mujeres; un exalcalde de Quito se rasga las vestiduras (con gran apoyo de ciertos medios) por no ser él quien inaugura las obras que dice haber planificado; el Alcalde de Guayaquil no sabe cómo diferenciarse de la oposición para posicionarse mejor en “la opinión pública” y con ello retirarse de la política sin saldo en contra; un partido socialdemócrata se deshace en sus líos personales tras haberlo enterrado por hacer política solo para favorecer a ciertos grupos y negocios; etc.

Pero le pregunto a mi amigo: ¿dónde está el líder de la oposición que el 17 de febrero se autocalificó como tal y lanzó luego una cadena de expectativas sin lograr despertar entusiasmo entre sus propios seguidores? “El señor piensa ser Presidente con su propio programa y no sabe lo que es hacer política con personas que piensen más allá de lo que él cree como su dogma religioso”, responde con amargura.

¿Dónde está el líder de la oposición que el 17 de febrero se autocalificó como tal  sin lograr despertar entusiasmo entre sus propios seguidores?

Y podría extenderme en esa “cadena de calamidades” de la oposición, pero en realidad solo hay una certeza: mientras la oposición no asuma que es un actor político, generador de tensiones y propuestas por encima de los intereses particulares, seguirá siendo una tienda donde los supuestos líderes regresan a ver a los negocios de sus auspiciantes antes de tomar una decisión. Y a la vez, mientras esa oposición se asiente en una lucha economicista, en una agenda privatizadora hasta de los pensamientos y en una confrontación contra la corriente mundial de un cambio de época, por ahora solo será un sustento válido de quienes en realidad se colocan como contradictores de esa corriente: la prensa comercial y privada que se ahoga en sus propias contradicciones.

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