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El Telégrafo
Erika Sylva Charvet

Almagro y la derecha ecuatoriana

14 de junio de 2016

El burdo colonialismo es lo que identifica a Almagro y a la coalición derechista de partidos ecuatorianos que se reunió con él a menos de 24 horas de su bochornosa derrota en el Consejo Permanente de la OEA, cuando fue vapuleado por delegados que reprobaron su actuación como Secretario General en relación al conflicto venezolano. Burdo, porque apenas pueden disimular que son meros ejecutantes de un guión diseñado por EE.UU. para el escenario regional.

Del guión pautado para la reunión con Almagro, parecería que se aprendieron de memoria la palabra ‘transparencia’, repetida una y mil veces, con el propósito de reafirmar el mensaje de que la gestión electoral por acá es oscura. No solo expresaron sospechas sobre el proceso 2017 -como si estuviésemos en él-, sino que se atrevieron a echar sombras sobre la gestión de los ocho anteriores realizados en el marco de la Revolución Ciudadana, denunciando ‘atropellos y abusos’ y solicitando la intervención de la OEA con ‘auditorías, pruebas y controles’. Es indudable que la derecha criolla no solo copia los nombres de organizaciones de la derecha venezolana -la más desesperada de América Latina-, sino que está imitando su agresiva política de descalificación del manejo electoral, en la mira de cuestionar la legitimidad de los futuros resultados electorales.

Su actitud colonialista se expresó, además, en el desconocimiento de la soberanía del Estado para manejar el proceso, osando solicitar que la OEA “construya el sistema informático para el sufragio” y “vigile” y “legitime el proceso electoral”, como dijo un representante del ‘Podemos’ [“volver al neoliberalismo”] ecuatoriano, por cierto, solo una copia del nombre del ‘Podemos’ español. Este delegado  justificó esta solicitud aduciendo que la OEA es ‘imparcial’, afirmación sorprendente que vela la trayectoria histórica de esta organización creada para controlar el ‘patio trasero’, por lo que ha sido caracterizada como una ‘siniestra Liga de las Sombras regional y global’.  Es decir, fueron en busca de ‘transparencia’ al espacio más sombrío para los intereses soberanos del país.

Pero, no solo eso. Se reunieron con el funcionario internacional más desprestigiado de la región por su traición al voto de quienes confiaron que impulsaría una agenda regional y por su venalidad hacia la política estadounidense, evidenciada en su despreocupación con relación al golpe a Dilma en Brasil, su aparente complicidad con la actual persecución política a Zelaya en Honduras y, especialmente, su política alineada en la estrategia de intervención militar estadounidense en Venezuela con su  solicitud de activación de la Carta Democrática de la OEA.

La respuesta prepotente de Almagro comprometiéndose a la observación del proceso electoral, “con o sin invitación del Gobierno”, es una burda señal de su seguridad en la protección del suprapoder, además de delatar la línea de este hacia el país, que, por cierto, comunicaron orgullosos algunos miembros de la coalición derechista criolla. ¡Dios los cría y ellos se juntan! (O)

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