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El Telégrafo
Mariana Velasco

Alimento que nutre

16 de noviembre de 2023

Desde hace siglos, el ser humano reflexiona sobre la importancia de las palabras como elemento creador que permite definir el mundo. Y si se coloca en otros contextos, las palabras fungieron como símbolo de la razón; basta recordar que los griegos creían que el poder del logos sólo ellos lo tenían porque eran civilizados, mientras que el resto de la humanidad era bárbaro, balbuceaba y carecía de logos. También los españoles pensaban de manera similar, toda vez que consideraban sin alma a los grupos prehispánicos, porque los indígenas no tenían en su comprensión un lenguaje humano.

En cualquier idioma, la palabra es el contenedor básico de significado y la expresión de los recursos que las diversas culturas usan para llamar a las cosas. Esta nominación no es antojadiza, esconde la historia, el recorrido, la manera de ver el mundo de una sociedad. Dan también cuenta del ADN de nuestras culturas. Una característica más de las palabras es que contienen dentro de sí, género, cantidad, espacio y tiempo.

En el siglo XXI, el ser humano continúa en la búsqueda de una explicación del origen del habla y la adquisición de las palabras a través de las ciencias del lenguaje. Los científicos buscan desentrañar si la génesis del lenguaje y la adquisición de las palabras de las personas están determinadas de manera innata o son aprendidas por la experiencia. 

¡Cuánto para decir de la palabra! La palabra sobre la palabra también es enunciación, puede ser escrita u oral porque es sonido y grafía. Es social y corporal, es cursiva, manuscrita, scrib, braille. Para muchos estudiosos, también es racial porque puede ser negrilla para resaltar.

Las palabras se balbucean, gritan y asimilan; son asfixiantes, se atoran en la garganta como sílabas de hierro para ser escupidas, y aun así, se reflexiona sobre y acerca de ellas. Algunas veces son mordidas porque suelen estar entrecortadas o mochas. Ellas son alimento que nutre.

¿Le ha pasado a usted? Algunas llevan comillas como para decir lo que no se quiere pronunciar pero se parecen a eso que se desea proferir. A veces hay palabrotas qué por su dimensión, se atoran entre dientes y se convierten en silencio. Otras en cambio, son ligeras que se los lleva el viento. 

Las palabras son ricas por sus diversos significados y de cualquier manera economizan su expresión, por eso se producen, intercambian y consumen. Hay ocasiones que hasta sobran y cuando no alcanzan, se prestan. 

Hay otras que cantan, mueren, se olvidan para ubicarse en la punta de la lengua. Se mal dicen y maldicen porque son más torcidas que rectas. No hay duda que las palabras son un acto de grandes dimensiones en la vida del ser humano; se puede solicitar que se midan, de allí viene su tamaño: grandes y pequeñas, esdrújulas, agudas y graves.

Hay palabras bonitas, estéticamente decoradas con tildes o sin ellas; las duras y etéreas que lastiman el alma. Existen suaves y dulces; dictadoras porque se dictan, recalcan y calcan. Son tiranas porque se repiten pero con su fuerza y poder también se arrastran. Al verse derrotadas, se minimizan y pierden toda dignidad y pudor hasta llegar a humillarse por cuenta propia.

Las palabras se aniquilan porque pueden ser atropelladas. Recuerde estimado lector, que el pez por su boca muere. Tienen identidad propia y gozan de pertenencia; son intercambiadas, compartidas o robadas. Son colocadas en la boca de otro y en ocasiones, se confunden porque son decires de otro.

Llegan a hablar de lo mismo, a través de los sinónimos y se dan el lujo de contradecirse por aquello de los antónimos. Existen palabras complejas, elegantes, simples, rebuscadas o simplemente vacías. En ciertos momentos, se esconden pero si hace un esfuerzo, busca y encuentra las adecuadas. También hay de las que dejan marcas desgarradoras, otras que se convierten en buenas amigas, que se repiten y no quieren salir de la cabeza. 

Las palabras, a su vez, cuentan con tintes políticos por aquello del crédito a la palabra-en Ecuador sobran dedos de las manos – o bien se imponen porque son ley. Hay tuneadas porque se hacen garabatos y algunas son plásticas porque se deforman a un nivel que no se entienden-así nacen los tachones o borrones-y hay que encimarlas con otras. 

Igual que el mundo, las palabras pertenecen a todos. Cada persona y pueblo hacen uso de ellas para relatar su existencia y componen una visión del mundo. Es vital enseñarlas, difundirlas y transmitirlas de generación en generación para configurar y dar expresión al tiempo del ser humano que las pronuncia y transmite para no olvidarlas. 

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