Una de las consecuencias históricas de la modernidad capitalista es el efecto de alienación o enajenación, lo que significa en términos generales incapacidad de ejercer conciencia social y conciencia de sí.
Este estado mental y cultural estaría relacionado con varios factores, entre ellos la educación, la capacidad crítica y la hegemonía ejercida por poderes dominantes, de una manera que, quien es dominado y mandado actúa como si aceptara de buen agrado la orden dada, aunque la misma afecte incluso su propia condición.
En la historia de las sociedades modernas no ha sido extraño que los segmentos más pobres, con menos oportunidad y menos educación, sean objeto de la manipulación ejercida a través de medios de comunicación operados por los grupos de poderosos.
Por ello sorprende que el segmento conformado por los ecuatorianos más desposeídos y asentados en áreas periféricas haya mostrado indiferencia ante la desproporcionada campaña desplegada por grupos de derechas, en contra de los proyectos de leyes que buscaban la redistribución de la riqueza e impedir la especulación del precio de la tierra para acrecentar su capital.
También sorprende que, en cambio, un segmento de la clase media localizado en al menos dos de los principales centros urbanos del país, las ciudades de Quito y Guayaquil, fuera fácilmente enajenado y haya reaccionado con escasa capacidad crítica. La clase media en general se ha caracterizado por acceder a la educación, la formación profesional y con ello la utilización relativa del análisis para interpretar la realidad.
En ese contexto parece inverosímil que ese segmento medio no haya sido capaz de utilizar la estrategia básica de la verificación, frente a enunciados falsos.
Un pensamiento social y racional común podría desarrollar fácilmente la siguiente reflexión: quiero dejar algo a mis hijos, lo que quiere decir que también deseo que sus hijos, es decir, mis nietos, tengan capacidad de vida y reproducción en un lugar social del mundo.
Por lo tanto, nos interesa al conjunto legar también un país sostenible en el que puedan tener oportunidad de vida mis bisnietos y los que vendrán.
Si algo ha quedado revelado y debe ser motivo de preocupación es la capacidad enajenadora y alienante del sistema, que afortunadamente aún no ha podido cooptar del todo a los segmentos más populares por dos razones: porque la realidad de la pobreza y sus vivencias cotidianas no lo permiten, y porque aún no han sido totalmente permeados o saturado por las redes sociales de los grupos políticos de derecha y aliados.
Creemos que es momento de sacar del propio saco de alacranes el antídoto. El debate sobre cómo enfrentar los problemas de alienación, enajenación y hegemonía, es de larga data y ha sido guiado por las mentes más lúcidas y comprometidas con las causas sociales.
Paulo Freire decía que el camino es la aprehensión de la causalidad auténtica y que era necesario cambiar la “ingenuidad en crítica”. (O)