“El mundo está en manos de unos locos con carnet…” dijo alguna vez un catalán que hace décadas que no tiene más nada para decir. Y aquí está el mundo, confinado, golpeado y con averías de Norte a Sur. Demasiado confundido e infectado de alguno de los todos los virus que lo atacan. No sabemos si el calificativo de “locos” le cabe a los que manejan el mundo, porque como dijo ese amigo de todas las horas, Julio Cortázar, para ser loco “hay que merecerlo...”
Pero lo cierto es que sino la locura, la mediocridad abruma y hasta tiene su lugar en una terapia intensiva londinense o en el Palacio del Planalto, con Boris Johnson y nuestro gran abonado al Chaplin del Siglo: Jair Bolsonaro. Sin olvidarnos del habitante del Salón Oval, Donald Trump, quien merece un párrafo aparte.
Cabe recordar cuando era candidato y muchos amigos, compañeros de pensamiento similar al de uno, abiertamente veían con buenos ojos su inminente llegada a la Casa Blanca. No escuchaban cuando uno les explicaba que resultaría peor que Ronald Reagan, otro outsider quien había ocupado el mismo despacho. Hasta llegaron a calificarlo de “peronista”, algunos. Y ahí están los resultados. Un sistema público de salud colapsado porque el presidente dio marcha atrás con la política que había impulsado Barack Obama en la materia y la pérdida de 17 millones de puestos de trabajo en tan sólo tres semanas. Sólo para contar los ítems más urgentes de la crisis que se va diseñando en las entrañas del otrora gendarme global.
Pero tanto Trump como una gran cohorte de líderes a lo largo y ancho del mundo, encontraron ya un escudo protector para que la historia, cuando revise esta época, no les pase la factura. El COVID-19. El aliado menos pensado a tanto desastre planificado en un modelo económico de las últimas décadas que se globalizó hasta límites peligrosos como lo estamos viendo en estas semanas.
Mientras al mundo no hay respirador que le alcance, “la guerra” sigue su curso y China guarda silencio. De algo son conscientes ellos también: el COVID 19 lo hizo. (O)