Hasta 1995, centenario de la Revolución Liberal alfarista, no trascendía mayormente su acción transformadora. Intereses políticos de las fuerzas retardatarias callaron durante largo tiempo la verdad histórica sobre la personalidad de Alfaro y la dimensión de su obra revolucionaria.
Todos los pueblos latinoamericanos y del Caribe tienen un personaje, símbolo de sus valores patrióticos y humanistas. Eloy Alfaro Delgado es el nuestro. Mediante decreto del 26 de septiembre de 2003, la patria lo consagró “Héroe Nacional”. “Héroe insignia del Ecuador”.
Sabido es que la Revolución Liberal Radical que lideró fue la culminación de un largo proceso económico-ideológico, que promovió un nuevo modelo de Estado, el liberal. Una nueva forma de gobierno, la democracia e ideológicamente, la liberación de la conciencia en todas sus expresiones.
La primera de las libertades públicas y sociales que engendró el nuevo Estado fue la de conciencia o libertad religiosa. Con ella surge la enseñanza laica, la que constituyó uno de los pasos más audaces en ese momento porque puso fin al monopolio de la educación por parte del clero. Se fundaron los institutos normales de Quito y Guayaquil, encargados de romper los moldes que perduraban a través de la educación secular.
Se estableció la instrucción primaria, gratuita y obligatoria. Se fundaron escuelas nocturnas para obreros. Se fundó el Conservatorio de Música, la Escuela de Bellas Artes, el Colegio Militar y la Academia de Guerra. Abrió a las mujeres las universidades. Se creó el Registro Civil. Nació el divorcio.
La primera Constitución liberal (1896-97) sentó la base legal para que la mujer ecuatoriana ejerciera su derecho al sufragio, convirtiendo al Ecuador en el primer país latinoamericano que lo concedió.
Otra conquista básica que nace de la libertad de conciencia es la separación de la Iglesia y el Estado. Se suprimió con ella el cobro de diezmos, primicias y derechos parroquiales, con los que se explotaba a la población indígena.
En 1904 se promulgó la Ley de Cultos, considerada por la Iglesia como un ultraje a la religión católica.
A todo esto se agrega la obra titánica del ferrocarril trasandino de Guayaquil a Quito.
En el orden internacional, Alfaro luchó por la unidad latinoamericana. Se solidarizó con la independencia de Cuba.
Los enemigos, los falsos revolucionarios, lo llevaron a la muerte.
Inmolado el 28 de enero de 1912 por una turba de fanáticos a los gritos de “¡Mueran los masones! ¡Viva la religión! ¡Mueran los herejes! ¡Viva el Sagrado Corazón de Jesús!”.
A los 100 años de su inmolación, las actuales generaciones nos sentimos orgullosas de él. Su ejemplo está presente en el reto que enfrentamos hoy en día: construir una sociedad en donde los ecuatorianos y ecuatorianas seamos felices. ¡Tarea imprescindible!