Al llegar a Venezuela, Alfaro se encontró con un grato panorama político y humano. Gobernaba ese país el general Joaquín Crespo, su antiguo amigo, con quien hiciera en Lima planes de lucha conjunta y de reintegración de la Gran Colombia, que ambos veían como el único mecanismo adecuado para frenar el expansionismo estadounidense. Aquí se encontró también con José María Vargas Vila, un socialista libertario colombiano, que reconoció en Alfaro al líder que requería la unidad latinoamericana.
En octubre de 1890, tras recibir ayuda económica de Crespo, Alfaro siguió viaje hacia Nueva York, en busca de José Martí, con quien se reunió por fin el 24 de ese mes. En los días siguientes hubo nuevas reuniones políticas entre ambos heraldos de la libertad, a las que se sumaron otros emigrados latinoamericanos y también Vargas Vila.
Luego, Alfaro retomó su viaje por América Latina, que lo llevó a Nicaragua y Guatemala. En Managua se reunió con el presidente José Santos Zelaya, reformador liberal y enamorado de la unión centroamericana, con quien acordó el primer “Pacto de Amapala”, por el que se creó una Internacional revolucionaria para América Latina. Se adhirieron a este pacto los líderes centroamericanos José Santos Zelaya, de Nicaragua; Policarpo Bonilla, de Honduras; y Rafael Antonio Gutiérrez, de El Salvador; y varios sudamericanos: el ecuatoriano Eloy Alfaro, los colombianos Benjamín Herrera y Juan de Dios Uribe, el venezolano Joaquín Crespo, el colombo–panameño Belisario Porras, el peruano Nicolás de Piérola y los cubanos José Martí y Antonio Maceo.
Todos ellos se comprometieron a brindarse ayuda mutua en los campos militar, político y financiero, con miras a conquistar un abanico de objetivos que incluían la independencia de Cuba y Puerto Rico, la aplicación de la reforma liberal en los países andinos y la reconstitución de la Gran Colombia y la República Centroamericana, con el fin último de alcanzar la unidad latinoamericana.
La acción de esa Internacional no se redujo a planes políticos. En los hechos, el presidente venezolano Crespo entregó fondos para promover las acciones revolucionarias, al igual que Zelaya, quien entregó para la causa recursos financieros, armas y un barco, el Momotombo, que quedó en manos de Alfaro. Hubo también otras contribuciones para la causa común, de las que se conoce poco o casi nada, en razón del secreto con que se manejaron. Y hubo un aporte personal de mil pesos que hizo Maceo para la revolución liberal ecuatoriana.