Son muchas las voces informadas y críticas que alertan sobre una situación de crisis generalizada que marca nuestra época, una realidad que lejos de mejorar se complica. Antes de la pandemia, el mundo y en particular nuestro país, ya se debatían en medio de graves y apremiantes situaciones que ponían en riesgo la paz y la tranquilidad social, pero esto se agravó con la crisis sanitaria mundial. Casi ningún gobierno, empresa, institución o persona estuvo preparada para enfrentar la pandemia, porque no conocíamos suficientemente de ello, ni tomamos previsiones, todos entretenidos mirando para otros lados.
Ahora el mundo es menos predecible, varios sucesos de alcance global así lo atestiguan, lo que debería ser señal suficiente que impulse a tratar de entender la realidad en toda su compleja dimensión, en lo local y planetario, pero también para identificar los riesgos que ensombrecen el futuro inmediato, solo de esta manera podremos precautelar nuestra propia supervivencia, y tal vez evitar un escenario post-apocalíptico, como el que magistralmente ofrece el escritor Cormac McCarthy con su desoladora novela titulada La carretera, donde los pocos humanos sobrevivientes de alguna guerra nuclear solo buscan sobrevivir en medio de un paisaje gris y muerto, incluso a costa de comerse a los otros sobrevivientes.
Varios centros, organizaciones y tanques de pensamiento han elaborado informes que dan cuenta de muchos elementos que prefiguran características del futuro que nos espera y vaticinan los azotes que sufrirá la humanidad… si no hacemos nada para adelantarnos a esos escenarios. Particularmente preocupante resulta el Informe de Riesgos Globales 2023 publicado el 11 de enero pasado, elaborado por el Foro Económico Mundial, donde se advierte que el mundo enfrenta varios riesgos “que parecen a la vez totalmente nuevos e inquietantemente familiares”.
El Informe recoge en orden de prioridad los riesgos globales para los próximos dos años: 1. La crisis del coste de vida. 2. Desastres naturales y fenómenos climáticos extremos. 3. Confrontación geoeconómica. 4. La falta de mitigación del cambio climático. 5. Falta de cohesión social y polarización. 6. Incidentes y daños ambientales a gran escala. 7. Fracaso de la adaptación al cambio climático. 8. Cibercrimen e inseguridad cibernética. 9. Crisis de recursos naturales. 10. Migración involuntaria a gran escala. Enlista también en orden de prioridad algunos riesgos globales para la siguiente década, los primeros diez son: falta de mitigación del cambio climático; fracaso de la adaptación al cambio climático; desastres naturales y fenómenos climáticos extremos; pérdida de biodiversidad y colapso de ecosistemas; migración involuntaria a gran escala; crisis de recursos naturales; falta de cohesión social y polarización; cibercrimen e inseguridad cibernética; confrontación geoeconómica; incidentes y daños ambientales a gran escala.
Vaya que el futuro inmediato viene sombrío y amenazador, más aún si no se cambian pronto ciertas prácticas locales y mundiales, lo que dependerá de las prioridades que se establezcan en políticas nacionales e internacionales, de nuevas visiones de los líderes y de la mejor preparación de los profesionales, en especial, para enfrentar y sortear riesgos de grandes dimensiones relacionados con los ámbitos social, económico, ambiental, geopolítico, y tecnológico. Hay elementos de peso para pensar que caminamos hacia la configuración de una agenda mundial con preocupaciones compartidas que superan la capacidad de respuesta de los estados nacionales por separado, para dar lugar a respuestas de amplio consenso internacional.
Tomarán en los próximos años mayor importancia las acciones e iniciativas internacionales, los debates y acuerdos que acerquen a las naciones y organizaciones internacionales para coordinar, cooperar e inclusive para integrarse, lo que necesariamente deberá tener una proyección en los diferentes niveles de gobiernos de los estados; por otro lado, los políticos y ciudadanos, así como los agentes del mercado -productores y consumidores-, tendrán que pensar cada vez más y en primer término en clave global. El futuro que se avecina también obliga a modificar prontamente los roles de la política -y de los políticos-, del Estado y del Derecho, del sector privado arrimando el hombro junto al sector público, así como a reenfocar la educación en todos los niveles, como también algunas profesiones y oficios. Ante las alertas globales lanzadas, la opción no es dormirse en los laureles, sino tratar de comprender a fondo las circunstancias actuales y prepararse para sortear los riesgos identificados.