Este es uno de los muchos dichos que recuerdo de mi abuela, el cual indica que uno debe estar preparado debidamente antes de iniciar una acción, pues, de lo contrario, es probable que fracasemos. Ya que nuestra condición humana nos hace falibles y, según nuestro carácter, podemos caer en apresuramientos que impidan lograr nuestros propósitos por más empeño que pongamos. Es necesario contar con una observación objetiva de la situación, una planificación metódica y la previsión de posibles consecuencias. Estas simples reglas son bien conocidas y practicadas por consultores de negocios y por quienes administran empresas exitosas; sin embargo, la situación es diferente cuando se trata de nuestra propia vida.
Todas las personas tenemos la oportunidad de tomar decisiones a cada momento, desde las más simples e intrascendentes hasta las más complejas e importantes, y cuando esas decisiones ponen a prueba nuestros valores, demostramos quiénes somos en realidad, pues como dijo el Maestro Jesús: “El espíritu está dispuesto, pero la carne
es débil”.
La frase que antecede y completa esta reflexión es: “Velad y orad para que no entréis en tentación”, que es uno de los más valiosos consejos que pueda recibir un ser humano.
La verdad es que, así como a cada instante debemos tomar decisiones, también a cada paso nos encontramos con tentaciones que serán más o menos difíciles de lidiar, de acuerdo a nuestra particular forma de ser. Mientras para unos puede ser muy difícil manejar la avaricia, para otros puede ser más dificultosa la lujuria; mientras alguien puede lidiar sin problemas con su ira, este mismo puede tener grandes problemas con la vanidad, y así podríamos citar una serie de situaciones que deberíamos identificar con sinceridad en nuestra vida, pidiendo a Dios la fortaleza para vencerlas.
Aquella frase escrita en el templo de Apolo: “Conócete a ti mismo”, que hemos mencionado en otros artículos, es también una exclamación de auxilio, pues, si bien nadie nos conoce tanto como nosotros mismos, ni siquiera eso basta para garantizarnos una reacción apropiada ante la presión de las tentaciones; por eso el consejo: “Velad y orad” es importantísimo, aunque, lamentablemente, muy poco lo hacemos para luchar con nuestras debilidades (que muchos ni siquiera reconocemos), pues estamos acostumbrados a usar la oración solo para pedir.
Por eso, diariamente debemos tener a mano la “bola” de la oración sincera, para que cada lance en nuestra vida tenga el destino que a Dios le agrada.