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El Telégrafo
Sebastián Endara

Al diablo la educación

30 de octubre de 2021

¿Dónde están los fundamentos éticos de la acción docente? Para que esta respuesta pueda ser pertinente, tenemos que entender a la ética desde una perspectiva política. Esto significa que lo ético, como posibilidad de pensar las definiciones de lo bueno y de lo malo, no puede desligarse del sistema de producción y reproducción de la vida.

 

Lo bueno sería lo que permite el aparecimiento y permanencia de la vida en condiciones de dignidad. También se puede dar, desde luego, la reproducción de la vida en condiciones de miseria. La dignidad aquí no es un asunto de honor sino de razón (política). La dignidad no es un asunto de cálculo (más o menos dignidad), diríamos en todo caso que la dignidad trata sobre las condiciones fundamentales de cualquier cálculo. Así, encontramos un nuevo fundamento para evaluar la realidad, es decir otra ética.

 

En condiciones de miseria, resulta antiético e indigno no luchar porque esas condiciones cambien, aunque nuestros actos resulten opuestos a la ética oficial, digamos la ética del poder. La ética otra apela al relacionamiento interpersonal y la construcción del sentido comunitario no solipsista. Esto quiere decir que critica todos los imaginarios culturales y educativos que hacen omisión del principio fundamental de la vida en dignidad, una vida que debe buscar incansablemente diversos puntos de equilibrio que permiten su funcionamiento cotidiano.

 

Por eso es tan importante el cultivo de las personas juiciosas, no para tener la razón, cumplir las normas, ser aceptado, normalizado y “feliz”, sino para ser libres, porque solo quien es libre, solo quien decide con autonomía entre las tensiones de la decisión, es plenamente responsable de sus actos. Y lo que quiere la educación, el sueño de la educación es formar personas responsables.

 

En algún momento de la historia de la educación se pervirtió el concepto de responsabilidad. Responsable no es quien hace lo que le piden, sino el que hace lo que tiene que hacer porque su ética le convoca a hacerlo. De este “descubrimiento” surgido de un mero ejercicio de reflexión consiente y plural surgen los principios y valores compartidos para la convivencia, que encuentran en el diálogo el principal medio de gestión de la vida.

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