Hace pocos días el mundo recibió una noticia tan nefasta como aquella que nos anunció la llegada de la pandemia a inicios de este malquerido año de 2020. El lunes 7 de diciembre casi todos los medios trasnacionales y sus parlantes informaron que el agua había sido dotada de valor especulativo, a partir del principio de escasez, por lo que se empezaron a vender acciones en el mercado de futuros de Wall Street.
El agua y el aire son dos elementos producidos “gratuitamente” por la naturaleza, absolutamente necesarios para mantener la vida en la Tierra. Tras la evaporación nos viene como un regalo del cielo, se distribuye por medio de ríos o se guarda en lagos superficiales o subterráneos, sin que para ello necesite ningún 5G. ¡Qué maravilla ¡
En términos generales, el agua es suficiente para producir los alimentos básicos y cubrir las necesidades sanitarias, por lo tanto, el problema de la escasez sería un asunto de las pretensiones del mundo capitalista, que requiere incrementar de manera infinita el crecimiento.
¿Cómo un bien natural vital y gratuito puede ser concebido como mercancía, tener precio y ser dotado de un valor especulativo con el fin de transformarse en dinero o capital? ¿Cuál es el respaldo real para que algún sujeto o empresa pueda comprar o vender acciones en una bolsa de valores, si la maquinita de producir agua está en manos del Sol?
Es un hecho que los demonios especuladores están inventando un tipo de valor de uso, consumo, cambio y especulación, basado en la escasez proyectada del agua, convertida en mercancía. Para que haya escasez creciente se deben producir al menos dos cosas: aumento de la demanda de bienes industriales y la apropiación del agua represable.
En principio la cotización en la bolsa parecería un acto típico del capitalismo especulativo, sin embargo, es posible que existan fines paralelos, que disfrazados de inversión extranjera destinadas a la construcción de represas, buscarían en realidad tomar las cuencas sudamericanas, para obtener utilidad doble, tanto por la ingeniería, como por la gestión privada del riego, para beneficiar la creciente industria de alimentos, cerrando por otra parte una esfera de poder, basada en el control de un bien vital, hasta ponernos de rodillas.
Para que entiendan que la naturaleza no es mercancía, sino totalidad superior, a los demonios hay que hacerles sentir la sed.