- La definición del concepto “cultura” está organizada desde el poder que además organiza conceptualmente todos los dispositivos simbólicos que permiten legitimar un determinado tipo de orden, y por ello decimos que la cultura, en cuanto sistema de poder, es colonial en sí misma.
- La cultura no es un espacio de disputa de sentidos, es el sentido impuesto de un tipo particular de civilidad. Así, la cultura tiene un ámbito miope de acción dentro de una idea de convivencia muy reducida y funcional a los centros reales de organización del mundo que tienen que ver con la economía política.
- La cultura es lo cultural, no es lo natural. Aunque lo natural sea parte de la creación cultural. Lo natural en esa creación cultural está desplazado a un lugar secundario, invisible. Lo natural esta fuera no solo de lo simbólico, sino de la conciencia. Lo natural es inaprensible como fundamental para la vida humana, los criterios de su aparecimiento se dan a condición de mantener una exterioridad y lejanía a aquello que es humano, a pesar de ser profundamente humano y fundamental para la vida.
- La cultura es lo estático, lo organizado, lo instituido. El movimiento es el caos, el desorden. La revolución tiene de manera ontológica un sesgo negativo. El cambio social solo puede provenir del determinismo del desarrollo histórico del pensamiento único y la libertad solo puede ser pensada en los términos de una elección de aquello que ofrece la cultura instituida.
- La cultura es fundamentalmente política, pero su relación con la política es negada sistemáticamente. Son los cultos entre comillas los que se califican de a-políticos, los más progresistas contradictoriamente creen que la cultura (como mundo simbólico) debe estar supeditada a su proyecto político anulando la libertad. Así tenemos absurdos dictadores impidiendo ver la televisión o comer comida extranjera. Otros se rasgan las vestiduras cuando se alza un ladrillo de la calle patrimonial en protesta por una política que atenta al bienestar de la mayoría, o cunde la alarma ante la pintura lanzada a las estatuas de los reyes y las reinas esclavistas de España y de Europa.
- La cultura es patriarcal, quise decir patrimonial y matrimonial. La diversidad es un término que no termina de comprenderse, y por ello la noción de inclusión también sigue siendo extraña. No se Puede “incluir” al otro sin ser patriarcal y jerárquico. El otro y yo nos generamos un nuevo acuerdo horizontal. La cultura de la inclusión tiene que ser mirada desde la democracia, otro concepto vaciado de sentido y de radicalidad. La radicalidad en la cultura es peligrosa, la cultura requiere el tibio medio, el centro para reproducir indefinidamente sus condiciones de funcionamiento excluyente y heterófobo.
- La cultural sufre de aporofobia. Es el legado de los ricos, no el de los pobres, ellos nunca tuvieron ni tendrán cultura, nunca serán incluidos en la historia como sujetos sino a lo sumo como objetos, como piezas decorativas de un museo, como elementos folklorizados de un tiempo que nunca existió a pesar de haber existido.
- La cultura es profundamente violenta con las mujeres, con los niños con los ancianos, con los diferentes, con la naturaleza… y nuestra identidad no puede estar atrapada en la auto imposición de la memoria. Necesitamos construir nuevas memorias y eso solo se hace hacia adelante, en la construcción de nuevos futuros, ergo, la identidad deviene decisión política consciente y deja de ser herencia impuesta de manera inexpugnable. No somos, devenimos.
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