Talibán significa estudiantes -parece un nombre digno, pero no lo es- porque son aquellos que en las madrasas o escuelas estudian el Corán desde una perspectiva fundamentalista. Este es el movimiento que ha retomado el poder en Afganistán, luego de 20 años en que un grupo interno denominado Alianza del norte, a través del apoyo de países occidentales con Estados Unidos a la cabeza, los derrocaran.
El escenario es tan complejo en Afganistán debido a que se provoca una confluencia entre religión, tradición, historia y geopolítica que convierte al país en una situación explosiva. El Islam presenta estas corrientes tradicionalistas que se orientan, de forma rigurosa, por la denominada ley Sharía, según la cual las mujeres solo juegan un rol en lo privado y están absolutamente fuera de la esfera pública: no pueden estudiar, trabajar, contratar, e incluso ser vistas en público.
Por otra parte, es una sociedad tribal que responde a los mandatos de jefes o caudillos, se impone la lógica del grupo sobre cualquier libertad individual y, en ese contexto, se vive un patriarcado que tampoco otorga un lugar importante a la mujer.
Desde una perspectiva histórica, Afganistán tiene un pasado de culturas y civilizaciones antiguas; en la época contemporánea, siglo XX y XXI, ha pasado por todo tipo de régimen político: monarquía, luego república, república socialista, república islámica, y hoy un Emirato Islámico.
Además, desde, la perspectiva geopolítica, se encuentra entre países de Asia central como Pakistán e Irán, los cuales sin duda han tenido mucha repercusión en los acontecimientos actuales. Sin embargo, también ha sufrido invasiones como de la antigua Unión Soviética y de los Estados Unidos, que como estamos observando ahora, no han logrado sus objetivos estratégicos, políticos o humanitarios, y han debido abandonar el país derrotados. También presentan una diversidad étnica importante, complejizando el escenario descrito.
En medio de ello se encuentran las grandes víctimas del retorno de los talibán al poder: mujeres, niños y homosexuales. La comunidad internacional se encuentra en una grave disyuntiva entre reconocer y negociar con el régimen, a fin de exigir respeto a los derechos humanos de estos grupos; o, desconocer el gobierno instaurado por la fuerza y presionar a través de bloqueos y sanciones. No hay mucho margen de acción, pero es vital que sus derechos sean protegidos por una comunidad que no se desentienda.