Marco, hijo de dos amigos psicoanalistas, nos confió que Papá Noel sí existe. Dice él que le deja todas las noches un vaso de leche con galletas y el anciano lo devora todo porque tiene mucha hambre. Por eso está gordo y viejo. Le pregunto: ¿Y qué te deja a cambio? Cada noche en su bolsa de tela recibe un regalo pequeño. El regalo más grande lo dejará la noche del 24.
Gilles Vervisch, profesor de Filosofía, se pregunta si los adultos estamos totalmente convencidos de que Papá Noel no existe. En el caso de los niños, la existencia de este personaje es una fantasía, que con carácter moralizante permitirá a los padres mantener el control de la conducta de sus hijos. “Si te portas mal, Papá Noel no te traerá regalos”, es la frase con la que obligan a que los niños coman toda la comida, hagan las tareas escolares, saluden a sus mayores, se acuesten temprano o se bañen...
Sabiendo que es mentira, los adultos propiciamos esa falsedad. La mentira fundamenta a la verdad moral que queremos enseñar. Platón ya valoraba los relatos fantásticos por su función pedagógica. El viejo Santa Claus, al tener existencia con validez universal, divina, omnipresente, valida no solo el correcto comportamiento moral, sino también legitima lo que es verdadero sobre lo falso.
Cuando descubrimos que Noel no existe, pensamos que nunca más podríamos ser engañados. Y aunque hemos dejado de creer en este viejo dador generoso y administrador de premios y castigos, ¿acaso esta figura mítica no se transforma en nuestra primera evidencia de la existencia de Dios?
No se han puesto a pensar que muchos de los principios, ideas o axiomas que fundamentan nuestro accionar están basados en verdades que las hemos tomado como tales sin pasar por el tamiz de la reflexión. No nos hemos puesto a cuestionar todo lo que consideramos como verdadero.
Creemos estar seguros de todo lo que nos han dicho y repetido. Es decir, ya no creemos en Papá Noel, pero sí en otras verdades que las asumimos como tales, porque no pasaron ni siquiera el filtro de la duda.
Por lo tanto, los adultos podemos seguir creyendo en Papá Noel... (O)