El avance tecnológico, el internet, como medio de interrelación, comunicación, intercambio de información y surgimiento de redes sociales. Ha dado lugar a buscar amistades, unos con identidad real y otros ocultándose, con nombres ficticios. Por lo que, no conocemos cuántos de estos “amigos”, podrían convertirnos en sus víctimas, más aún si son alguien cercano a nosotros.
No bastaría con cerrar cuentas o de no aceptar amigos, que solicitan nuestra amistad. Sino que, nadie tiene derecho a la agresión psicológica. Lamentablemente, las redes sociales son habituales para estos hechos, donde los agresores no miden las consecuencias que puede producir en sus víctimas.
Las redes sociales Twitter y Facebook, dan luz verde a que sus usuarios denuncien si están siendo víctimas de alguna forma de agresión por malos usuarios. A pesar que esta política, tiene sus dos instancias, la primera infracción cometida, es el llamado de atención y la reincidencia, con el cerrado de la cuenta.
Sin embargo, esta última política, deja al acosador, al libre albedrío para que al menos una vez, ataque a sus víctimas. Muy al contrario, ésta debería ser cortada a la más mínima insinuación de deshonra e intimidación. Un caso real de ciber humillación, es el suscitado a una maestra de un colegio prestigioso de la ciudad.
La maestra, había creado su cuenta en Facebook, sin imaginar que uno de sus estudiantes fue quien le ridiculizó. El estudiante, con un perfil falso, se hizo pasar como un ex estudiante. Su primer paso, fue que le acepte como su amigo a su profesora en Facebook, y estar en su lista demás amigos.
Como la profesora no frecuentaba su cuenta de Facebook, su muro se iba llenando de mensajes de mofas cínicas en su contra. La profesora al revisar su cuenta encontró un sinfín de mensajes humillantes en su contra. La víctima, indagó entre sus estudiantes, de este modo dio con el autor material, delatado por sus compañeros de clase.
La reacción de la profesora hizo que dialogará con sus estudiantes y el supuesto agresor. No con el ánimo de lastimarlo, sino de educarle, que las redes sociales nadie tiene derecho agredir a otras personas. Nos deja como profesores una enseñanza, no perder el control en el aula o tomar represalias de quien nos hace daño, sino cuidar nuestra ética profesional y moral.
En conclusión, las agresiones por redes sociales, no tienen límite por el uso de un medio tecnológico, donde cada vez aumenta su hostilidad y amedrentamiento. Pero, ahí está el deber de toda rede social, para detectar perfiles y usuarios falsos; y que no sea la víctima quien sufra primero.