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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Acopiadores de datos

24 de enero de 2016

Algunos pensadores de última generación advirtieron hace ya varias décadas, que el poder, la dominación y la hegemonía se asentarían sobre el control de la información. Hay varios tipos de información, aquella que comúnmente circula en los medios y que a veces es simple síntesis calculada y deformada de los sucesos o coyuntura. La otra información, es la sistematización de datos para producir conocimiento, que puede ser usado tanto para la solución de problemas prácticos, como para desarrollar poder y dominación.  El dato describe las características de las cosas usando lenguajes inherentes a un campo del saber, la disciplina o la ciencia. Dice cómo es algo, dónde está, cuál es su tamaño, cuántos elementos iguales existen, en fin, cuantifica y cualifica el objeto de eso que solemos llamar realidad. En cambio, la información demanda el orden y comparación de los datos y plantea el desafío de la conclusión. Un escalón arriba de la información se encuentra la producción el conocimiento científico, que en general es una respuesta a un problema de la realidad. Por ello, los centros mundiales de poder se han dedicado con mayor intensidad no solo a controlar los viejos y nuevos medios de comunicación y sus tecnologías, sino también a acopiar la información del mundo, tanto para mercantilizarla, cuanto para usarla en sus ingenierías de control social.

Los interesados en generar la información necesitan primero recabar datos de eso que suele llamarse realidad concreta. Sobre todo, necesitan datos sobre el comportamiento de los individuos, sus modos de pensar y su cultura de consumo. Y para ello necesitan gente especializada en acopiarlos en todas las partes del mundo. Por ello, los centros estarían desarrollando estrategias para penetrar en los centros educativos y homogenizar o estandarizar los modelos de investigación de datos y sistematización de los mismos, que por lo demás deben ser subidos a la ‘Nube’ virtual, por medio de internet. Unos serán los que trabajen acopiando información e inclusos sistematizándolas, otros la guardarán, usarán y mercantilizarán. Es posible que dentro de este esquema esté naciendo una nueva división internacional del trabajo, que mantendría la relación asimétrica entre los históricos centros y las periferias. Tal división pasaría quizás por la sutileza de convertir a los países de la periferia, entre ellos a los latinoamericanos, en recopiladores de datos, mientras en los grandes centros los datos son convertidos en “información” y conocimiento superior.

Al capitalismo, que parece que está intentado mutar, le interesa contar con obreros que trabajen gratis o a bajo costo, recopilando datos. Para ello se ha creado estrategias, para que un ejército de investigadores de datos, y en el mejor de los casos, de generadores de información, suban a la web un mundo infinito de referencias sobre los individuos, la sociedad, la mercancía, la biodiversidad, las enfermedades, creaciones e innovaciones.

Llama la atención que muchas de las iniciativas que se realizan en algunos centros de estudios, terminan realizando en realidad investigaciones sobre datos relacionados con percepciones de individuos o grupos sociales. Dado que se conoce de antemano el espíritu del capitalismo, se deduce que uno de los intereses de los imperios es tener datos e información sobre comportamientos de consumidores, para desplegar sus campañas de manipulación y enajenación, a efectos de potenciar el consumismo de bienes innecesarios, e incluso de servicios que terminan mercantilizando no solo a objetos, sino experiencias y sensaciones, todo lo cual va de la mano con el desarrollo de cierta industria cultural, que además cumple con designios de hegemonía.  (O)

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