Aunque esta vez haya habido un debate democrático en la Asamblea Nacional acerca de la despenalización del aborto por violación, y no como en el Gobierno anterior donde ni siquiera entró a debate… vamos directo al grano: que en Ecuador se le niegue el derecho a abortar a niñas o mujeres violadas, no les quita su poder de hacerlo. Por lo tanto, expuestas a los riesgos de salud, cárcel, muerte, que esto involucraría.
Desde este punto de vista somos testigos de los agujeros negros del omnipotente Derecho, porque a pesar de criminalizar una emergencia, las mujeres seguirán teniendo el poder (ilegal) sobre su cuerpo y podrán decidir si abortan al engendro del violador o no… con o sin venia legal.
Se dice “la mujer tiene poder ilegal sobre su cuerpo” y se pronuncia “el Estado no garantiza la vida de sus ciudadanas, ni respeta las autonomías de los cuerpos”.
En otro idioma también puede decirse: “hay asambleístas que solo quieren votos, el reconocimiento del Partido-Iglesia y son ajenos a la realidad donde pertenecen”. Ellos prefieren ver a una niña de 15 años con tres hijos… hijos de su padre, hermano, tío o abuelo, que la abusaron sistemáticamente con la complicidad y silencio de la misma familia y sociedad.
Muy lindo lo que se debate en medios y redes. Son buenos los argumentos que damos en pro y contra; los estados de WhatsApp e stories de Instagram, ¡increíbles! Unos mejores que otros (menos los sostenidos en creencias religiosas).
Pero las protagonistas principales de esta novela de horror no entienden nada de lo que activistas, intelectuales y políticos andan hablando. Porque son lenguas extrañas a ellas. En esa página solo importa: “me acaban de violar, el Estado me va a ayudar, ¿sí o no?”.
La experiencia de ser violada, de ser madre menor de edad, de abortar clandestinamente, de sufrir solas, se encuentra distante de lo que tienen en la cabeza quienes aún ven el aborto por violación como inconsecuente.
No hay nadie que no haya tenido de cerca una historia de aborto. (0)