El problema del aborto en países en vías de desarrollo tiene la raíz en el ámbito de relaciones de género entre hombres y mujeres y la cultura patriarcal de nuestros países, como México, Bolivia, Venezuela, Ecuador y algunos de Centroamérica.
La despenalización del aborto en casos de violación no solo es una necesidad urgente por la dimensión que alcanza, tanto a nivel familiar como social.
En ese sentido, las tendencias políticas gubernamentales de la región han favorecido los análisis, los activismos sociales, la opinión de diversos sectores, así como los han detractado. Se ha comprobado que el tipo de gobierno no es condición sine qua non para la aprobación de leyes, enmarcadas en la igualdad de género y otras del ámbito de los derechos humanos.
La profunda raíz reside en que pululan en el ambiente las diferencias que nos hacemos mujeres y hombres en los ámbitos, todo esto soportado por culturas patriarcales y la idea que tenemos del “Otro” como lo mencionó ya Simone de Beauvoir.
El ¿cómo percibimos al otro como sujeto?, es el problema, unos son superiores, dominadores, los que gobiernan y tienen privilegios, otros “objetos”, que no pueden exteriorizar sus actitudes y formas de vida con amplia libertad.
Desde ¿cómo consideramos a un hombre que se relaciona sexual y afectivamente con otras mujeres extraconyugalmente? y ¿cómo a una mujer en los mismos casos? Hasta ¿cómo es la relación en el ámbito familiar y del cuidado de esas mismas mujeres y hombres?
Si nos damos cuenta, el patriarcado es casi inmutable y la relación con el “Otro” de Beauvoir no cambia considerablemente casi 80 años después de que la filósofa escribió El segundo sexo.
El patriarcado no es una forma de concebir el mundo exclusivo de unas clases sociales, está en ámbitos burgueses, así como en el proletariado de las ideologías marxistas. Por tanto, la decisión de la asamblea en este sentido responde también a este tipo de cultura, a veces apoyada por mujeres. (O)