Publicidad

Ecuador, 22 de Noviembre de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

El aborto

26 de septiembre de 2019

Quién puede estar de acuerdo con que un embrión vivo sea muerto? ¿Quién puede estar de acuerdo con que una mujer sea castigada con prisión por evitar el desarrollo del embrión vivo dentro de su cuerpo? Los y las humanistas creemos en la reproducción de la vida y al mismo tiempo en que no se debe penalizar a las mujeres por abortar. ¿Contradicción? No, ninguna. La clave está en entender qué es lo penal.

La historia socioeconómica nos da referencias para comprender cómo se ha valorado la gestación, el aborto y el alumbramiento en las distintas épocas. En casi todas las culturas originarias del mundo, la concepción y el nacimiento fueron consideradas un don, no solo porque constituía un misterio divino, sino porque los pocos niños que lograban sobrevivir, nutrían la comunidad étnica y colaborarían en el futuro en las tareas necesarias para supervivencia.

Los Estados modernos oligárquicos, del siglo XIX, diluyeron el principio de justicia y desarrollaron los códigos penales para instaurar el orden, controlar posibles insurrecciones, subsanar el problema de la escasez de mano de obra y convertirla en servidumbre.

En nuestras localidades se llegaron a desarrollar reglamentos de policía con el propósito de obligar a nodrizas pobres a amamantar a los niños de señoras, para lo cual ambas debían estar en períodos posteriores al alumbramiento. El propósito era incrementar la población, para lo que consideraron necesario penalizar el aborto. Hoy estamos en un nuevo momento de la historia, sobran brazos para el trabajo y se desarrollan políticas para evitar el crecimiento de la población mundial.

Toda mujer que gesta, ama a su embrión, hay algo que la conecta indisolublemente porque se genera en su propio cuerpo. Los procesos de aborto son riesgosos y traumáticos, al morir el hijo, muere una parte de la madre para siempre. El camino es evitar el embarazo en los casos no deseados y para ello hay que educar y formar.

Ni la sociedad ni el Estado deben incentivar el aborto y es entendible el juicio social alrededor de quienes desprecian la vida del embrión, sin más. Sin embargo, otra cosa es penalizar a una mujer por abortar. La justicia consiste en reparar un daño y nada remedia la vida abortada.

No estamos de acuerdo con que una mujer vaya a la cárcel por abortar, estamos de acuerdo con que ella decida ser portadora de la maravilla de la vida. La muerte espeluzna. (O)

Contenido externo patrocinado