Cada 24 de mayo crece la figura de Abdón Calderón, por más que la ignorancia y la mala fe hayan tratado de opacarla.
Revisemos los hechos: este niño, cuyo padre fue fusilado por los realistas durante la primera guerra de independencia, se incorporó a la lucha en 1820, cuando tenía apenas 16 años de edad. Con grado de subteniente y formando parte del pequeño ejército de Guayaquil independiente, llamado “División Protectora de Quito”, combatió un mes después en Camino Real, distinguiéndose por su “valor heroico”, que le hizo ganarse el grado de teniente. Luego vivió las derrotas de Tanizahua y Huachi y el triunfo de Cone, antes de marchar, bajo las órdenes de Sucre, hasta Cuenca y Loja, para luego avanzar hacia Quito y el escenario de su gloria: Pichincha.
Aquí peleó, otra vez, con su conocida heroicidad, pese a que aún no había cumplido los 18 años. Como abanderado del batallón Yaguachi, integrado por tropas nacionales, estuvo en la primera fila del combate y cayó gravemente herido, falleciendo días más tarde a consecuencia de los cuatro balazos recibidos.
Un escritor notable, el cuencano Manuel J. Calle, queriendo relievar la heroicidad de su joven paisano, describió su muerte de una manera teatral y desmesurada, que terminó por distorsionar la verdadera grandeza de ese niño héroe.
Casi dos siglos después, no hay que olvidar los hechos esenciales de la historia. Un niño que a los 16 años empieza a jugarse la vida por la libertad de su patria, y lo hace con un valor temerario, es indudablemente un héroe, así sea que no muera en los combates. Y una batalla como la de Pichincha, donde murieron peleando 400 patriotas y 600 realistas, es un hecho memorable, digno de recordar en los anales de la historia, tanto más que en ella se jugaba el destino de todo un pueblo.
Pero hay más. Ese niño héroe nacido en Cuenca, hijo de madre guayaquileña y padre cubano, que peleó en gran parte de nuestra geografía antes de morir gloriosamente en Pichincha, es un símbolo mayor de nuestra unidad nacional y también un símbolo de la hermandad latinoamericana.
Una hermandad que en Pichincha relumbró antes que en Ayacucho, pues aquí, en las faldas de nuestro volcán tutelar, pelearon por la libertad ecuatorianos, colombianos, venezolanos, peruanos, bolivianos, argentinos y uruguayos, además de los combatientes británicos del batallón Albión y otros luchadores europeos al servicio de Colombia, como Gaetano Cestari y Friedrich Rach.
¡Gloria eterna a los héroes de Pichincha!